Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, septiembre 02, 2020

Temblor

La orquesta tocaba una ruidosa melodía para entretener a los comensales del restaurante. A esa hora el local estaba lleno, y todos buscaban llenar sus estómagos y oídos de lo que fuera que los alejara de la realidad del día tras día en que todos estaban envueltos. Los músicos hacían su trabajo interpretando melodías conocidas por todos y que eran capaces de desconcentrarlos de la vida diaria y llevarlos a un mundo soñado en que nadie era quien era sino alguien diferente, más pudiente y más generoso de lo que en realidad podían ser.

Los comensales del restaurante intentaban bailar al ritmo de la orquesta. Pese a que la mayoría no entendía la diferencia entre ritmo y armonía, todos intentaban moverse más o menos a lo que se escuchaba en el restaurante. Mientras todos intentaban bailar, el piso empezó a vibrar levemente, sin que nadie lo sintiera. Lentamente los meseros empezaron a sentir el piso algo endeble, pero nada lo suficientemente fuerte como para empezar una evacuación.

El piso se movía lenta y rítmicamente y nadie parecía tomarlo en cuenta. La orquesta seguía funcionando pese al movimiento, y parecía adaptar su ritmo al de la tierra, como para que nadie notara el temblor y todos siguieran gozando aquella sempiterna noche. Pese a que varios notaban el temblor, nadie parecía reaccionar al movimiento.

A esa hora todos los comensales estaban bailando, y nadie parecía sentir el temblor, pues todos trataban de seguir el ritmo de la orquesta. De pronto las paredes se sumaron a la vibración; sin embargo la intensidad del movimiento tampoco fue suficiente para sacar a los comensales de su realidad del momento, y todos siguieron comiendo, bebiendo e intentando bailar para alejarse de la realidad.

Cerca de la una de la mañana uno de los comensales decidió que había comido y bebido demasiado y que tal vez ya era hora de iniciar la vuelta a casa. El hombre pagó su cuenta, dejó una generosa propina, se despidió de sus compañeros de juerga y dispuso a salir. Al llegar a la puerta tomó la manilla y la abrió, luego de lo cual se escuchó un grito que se fue haciendo cada vez más lejano. El guardia que estaba tras la puerta se acercó y la abrió: mientras veía al hombre caer al vacío se dio cuenta que el restaurante seguía elevándose hacia el infinito.


1 Comments:

Blogger Jorge Hoffmann said...

Excelente.

7:50 p.m.  

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