Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

viernes, diciembre 04, 2020

Ciudad

 Voces. Muchas voces. Muchas voces se escuchaban en el pasillo hablando al mismo tiempo. Ninguna parecía escuchar a la otra, pero todas hablaban de lo mismo. El pasado era el tema en común de todas las voces. Ninguna hablaba del futuro. Ni siquiera del presente. Todo era lo que hice, lo que fui, lo que gané, lo que perdí. Todas las voces hablaban al mismo tiempo acerca de sus pasados, con añoranza, con alegría algunas, con tristeza la gran mayoría: ninguna guardaba silencio, no había espacio para el silencio en ese lugar.

Todos pasaban despiertos todo el día y la noche. Ninguno necesitaba dormir, el sueño no era tema en ese lugar. Los sueños tampoco. El único y principal sueño era recibir visitas. La gran mayoría ya no las recibía, llevaban demasiado tiempo ahí, por lo que ya habían sido olvidados, o porque sus visitantes ya los acompañaban en ese lugar. Con el tiempo todos se mudan para descansar y hacerse compañía. Nadie estaba solo, pese a que todos estaban solos en ese lugar.

Niños. Por todos lados haciendo ruido. Muchos corren y juegan día y noche, saltan, se esconden. Otros están en silencio, mirando, simplemente mirando a todos y a la nada. Hay de todas las edades, de todas las vestimentas. Cada cual carga a cuestas una historia, pero los niños no conversan de historias, ellos simplemente juegan. No paran de jugar.

El lugar está repleto de ancianos. Sin embargo, la mayoría se ven jóvenes para el entorno. Entre ellos si se conversa, se conversa mucho, tal vez demasiado. No son como los jóvenes que no se escuchan entre sí. Ellos se dan el tiempo de escuchar las historias del resto, para luego poder ser escuchados. Ellos tienen muchas historias. Ellos cuentan sus historias cada día, una y mil veces, a sabiendas que los otros ancianos las escucharán con atención, para luego poder ser escuchados.

Todos llegaron acompañados al lugar, para luego quedar solos. Y en esa soledad empezaron a conocer a sus vecinos, a interactuar con ellos, a entender su nueva realidad. Los que llevan menos tiempo reciben visitas más periódicas. Les llevan flores, les cuentan historias, les rezan, lloran su ausencia. Y ellos se quedan ahí por el resto del tiempo, hasta el final del tiempo. Las necrópolis son así, llenas de historias, de pasado, de recuerdos, y de flores.