Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

viernes, diciembre 11, 2020

Mariposas

 Una pequeña y grácil mariposa aleteaba sus alas sin parar. Sin tener conciencia alguna del porqué, las fuerzas invisibles de la tierra le hacían batir sus alas lo más fuerte posible para que su breve existencia tuviera algún sentido. Su cerebro no era lo suficientemente grande para elucubrar teorías o plantearse objetivos, apenas le daba para captar las señales electromagnéticas del planeta que habitaba e interpretarlas para traducirlas en acciones simples. Y en ese instante el planeta le decía ve, bate tus alas antes de morir y convertirte en parte mía.

La mariposa seguía batiendo sus alas. De pronto y de la nada veinte mariposas más se acercaron a ella y empezaron a batir sus alas. La primera mariposa entendió que estaba captando adecuadamente las señales de la tierra pues sus compañeras empezaron a hacer lo mismo que ella, sin necesidad de comunicarse entre sí. Ahora veintiuna mariposas batían sus alas al unísono, haciéndole caso al planeta.

Al poco rato eran miles las mariposas que, sostenidas en el aire en el mismo lugar, batían sus alas apuntando hacia el mismo lugar. Todas sabían que estaban haciendo lo que debían, pues todas hacían lo mismo en el mismo lugar. La vida de las mariposas es breve, por lo que debían batir sus alas todo el tiempo que pudieran antes de morir, porque el planeta lo ordenaba. A cada instante llegaban más y más mariposas a batir sus alas, porque el planeta lo ordenaba y había que obedecer, pues las mariposas se deben al planeta que habitan.

Dos horas más tarde eran millones de mariposas las que batían sus alas sin parar en el mismo sentido. Ninguna entendía por qué lo hacía, pero simplemente lo hacían todas a la vez. Tal era el número de mariposas agitando sus alas, que de pronto se generó una tenue brisa. Esa brisa llegó al mar, haciendo que una ola se devolviera y empezara un camino en reversa, hacia el mar. Esa ola que avanzaba contra el mar empezó a arrastrar otras olas en reversa, haciendo que el mar empezara a viajar hacia el otro lado del mundo. Al poco rato la ola había crecido lo suficiente como para invertir por completo el sentido de viaje del mar. Siete horas más tarde el maremoto más grande que se haya visto en el planeta, con olas de más cien metros de altura y de miles de kilómetros de ancho azotaron al continente al otro lado del océano, acabando con más de la mitad de la población humana y animal del planeta. Del otro lado del océano, en la costa, millones de mariposas yacían muertas esperando unirse al planeta que las cobijó y al que tan bien sirvieron.