La
mujer miraba algo cansada la pantalla de su celular. Esa tarde había
recibido decenas de llamadas de trabajo, y a cada una le había
dedicado al menos quince minutos para resolver problemas que sólo
ella sabía resolver. El área en que trabajaba casi dependía de sus
decisiones, por lo que el teléfono celular era su principal
herramienta de trabajo. Había semanas en que llegaba a su oficina,
encendía el computador, y no lo volvía a tocar hasta la hora de
salida, en que lo apagaba. Sin embargo, su celular debía permanecer
siempre con batería y siempre encendido para mantenerla conectada
con su mundo.
Faltando
cinco minutos para la hora de salida, el teléfono celular empezó
nuevamente a sonar. La mujer tomó el aparato con desidia, miró la
pantalla y quedó algo extrañada, pues en ella no aparecía ningún
número de origen. De todos modos contestó: del otro lado sólo se
escuchaba una respiración sonora, como cansada o excitada. La mujer
entendió que un degenerado la llamaba, por lo que se dispuso a
insultarlo y cortar la llamada. Sin embargo la respiración
desapareció luego de una inspiración, quedando en silencio. La
mujer dijo varias veces aló, sin que hubiera respuesta; finalmente
la mujer colgó.
Once
de la noche. El celular de la mujer empieza a sonar. Nuevamente la
llamada sin número de origen. Nuevamente la respiración cansada,
que de pronto se detenía en una inspiración. Nuevamente silencio
eterno. La mujer cortó la llamada y apagó el aparato.
Tres
de la mañana. El celular apagado empieza a sonar. La mujer no
entiende nada. Nuevamente responde y se repite el mismo ciclo de
siempre. La mujer corta la llamada, vuelve a apagar el aparato, y le
saca la batería y el chip.
Cinco
diez de la mañana. El celular suena de nuevo. La mujer se desespera,
su corazón se acelera, de pronto un enorme dolor al centro del pecho
la hace perder el conocimiento.
Imágenes
vagas. Una sábana blanca cubre su rostro. Un vidrio donde la gente
se para a mirarla. Flores. Oscuridad. Movimiento. Quietud.
La
mujer despierta de ese extraño sueño. Está en un lugar oscuro,
casi no se puede mover. Siente que le falta el aire y empieza a
respirar con dificultad. De pronto siente en su mano derecha su
celular. Como puede lo acerca a su rostro. Marca un número al azar.
Cuando le contestan no logra sacar palabra, apenas puede respirar. De
pronto se acaba el aire en el lugar. Hace una última inspiración
profunda que ya no lleva aire. La mujer muere replicando el ciclo
iniciado por otras mujeres que la llamaron para que las salvara de
haber sido sepultadas vivas, y que no pudieron hablar al llamar.