El
peluquero estaba desconcertado. La joven muchacha que estaba sentada
en su silla le pedía que le cortara su cabellera y no le dejara más
de cinco centímetros de largo de pelo. La cabellera de la muchacha
medía más de un metro de largo, y la chica le pedía que lo cortara
casi todo, como si con ese corte quisiera darse un nuevo inicio. El
peluquero sabía que muchas jóvenes cortaban el pelo al terminar con
sus parejas, pero el largo de dicha cabellera era demasiado como para
cortarlo de buenas a primeras.
El
peluquero le preguntaba una y otra vez a la muchacha si estaba segura
de lo que estaba haciendo. Que era casi irreversible, que demoraría
años en recuperar dicho largo. Que se veía hermosa con ese pelo,
que no debía sacrificar su belleza por nadie. Pero la muchacha hacía
oídos sordos a los argumentos del peluquero, respondiendo a cada uno
de ellos con un “córtame el pelo de una vez”. El peluquero
finalmente se dio por vencido, y le dijo a la muchacha que lo haría,
pero que si ella le regalaba el pelo él no le cobraría nada, pues
lo podría vender a buen precio a un fabricante de pelucas. La chica
sonrió levemente, y aceptó la oferta.
El
peluquero fue por su tijera más grande y afilada. Tomó un par de
elásticos, los fijó a unos siete centímetros para tener margen
para trabajar con lo que quedara en la cabeza de la joven, le
preguntó por última vez, y al recibir un definitivo sí, colocó
las hojas de la tijera en medio de los elásticos, y con un firme
apretón de su mano cortó la larga melena. La muchacha miró
satisfecha cómo perdía su cabellera, y sonreía al espejo esperando
ver el trabajo del peluquero.
De
pronto el peluquero vio cómo el suelo se iluminaba. De un instante a
otro la cabellera se transformó en miles de mariposas que empezaron
a revolotear por su peluquería, mientras el rostro de la muchacha se
ensombrecía. En cuanto las miles de mariposas abandonaron el lugar,
el peluquero vio con espanto cómo la cabellera de la joven brotaba
rápidamente hasta alcanzar el largo original. El peluquero no
entendía lo que pasaba. La muchacha se puso de pie, dejó sobre la
mesa un billete, y salió de la peluquería. El peluquero alcanzó a
notar eso sí, antes que el pelo volviera a crecer, que las orejas de
la muchacha terminaban en punta hacia arriba, y que el maquillaje que
llevaba ocultaba su verde piel a todo el mundo.