Seis
de la tarde. Seis golpes suenan en la puerta de entrada del
departamento. El dueño se pone de pie luego de haber vuelto a casa
apenas unos minutos antes y abre la puerta. Frente a él había una
joven mujer de no más de veinte años, vestida con ropa bastante
anticuada, que movía la boca como si hablara pero sin emitir sonido
alguno. El hombre la miró extrañado, y al no lograr que mujer
dijera nada audible, simplemente cerró la puerta, y siguió haciendo
su vida.
Ocho
de la tarde. Ocho golpes suenan en la puerta. El hombre abre, y se
encuentra con un anciano desnudo que, tal como la joven de dos horas
atrás, movía los labios sin emitir sonido. Nuevamente al no recibir
respuesta audible el hombre cierra la puerta, con algo de
preocupación.
Diez
de la noche. Diez golpes suenan en la puerta. El hombre abre. Tres
niños vestidos con disfraces de terror empiezan a mover sus labios a
la vez, y tal como las dos visitas anteriores, ninguno emite sonido
alguno. El hombre simplemente cierra su puerta, bastante preocupado.
Doce
de la noche. Doce golpes tocan a su puerta. El hombre abre. Un hombre
vestido con uniforme de la segunda guerra mundial se para frente a
él, lo apunta con su fusil, y empieza a mover los labios con fuerza,
pero sin emitir sonido alguno. El hombre cierra su puerta, asustado.
Dos
de la mañana. Dos golpes suenan en la puerta. El hombre mira por el
ojo de gato, y no ve a nadie. De todos modos abre la puerta, y frente
a él aparece una mujer con traje de baño a la usanza de principios
de siglo veinte moviendo sus labios sin emitir sonido. El hombre
cierra la puerta, aterrado.
Cuatro
de la mañana. Cuatro golpes suenan en su puerta. El hombre mira por
el ojo de gato, y ve a una mujer vestida con normalidad. El hombre
abre la puerta, la mujer abre la boca y una voz grácil lo saluda y
le pregunta si puede entrar. El hombre la invita a pasar. La mujer se
sienta en el living y le pregunta por los sucesos de ese día. El
hombre le cuenta. La mujer le pregunta si entiende. El hombre dice
que no. La mujer le explica que él es un médium, que sus poderes
estaban despertando, y que su labor era escuchar y ayudar a las almas
que, habiendo muerto, no sabían cómo seguir su camino. El hombre se
ríe. La mujer se desmaterializa frente a sus ojos. El hombre
entiende, y se queda sentado pensando. De pronto aparecen frente a él
todos los visitantes del día hablándole a la vez. El hombre los
escucha a todos. El hombre enciende su computador, abre internet, y
goglea “ayudar a pasar almas al más allá”.