El
café aún humeaba en la taza que estaba en el escritorio al lado del
computador. La pantalla estaba encendida, el navegador estaba
abierto, tal como una planilla Excel vacía. En la silla frente al
computador no había nadie. En el escritorio de al lado tampoco. En
ninguno de los escritorios de la oficina había gente. En ninguna de
las oficinas había ocupantes. El piso completo estaba vacío, al
igual que todo el edificio.
Las
calles estaban repletos de autos. Todos encendidos, los motores
humeando, algunos ronroneando, los menos rugiendo. Los vehículos
estaban sin ocupantes. Había algunos accidentes menores por aquellos
vehículos que siguieron avanzando al quedar sin freno de mano, pero
nada que generara un caos especial.
Los
animales deambulaban libremente por la ciudad. Las aves cantaban en
los árboles, se bañaban si encontraban agua acumulada, volaban de
un lado a otro sin restricciones. Los perros se movían solos o en
manadas, ladrando por doquier, comiendo desechos o restos de comidas
dejadas en la calle. Los gatos no tomaban en cuenta nada, simplemente
seguían con sus vidas; de tanto en tanto uno que otro era correteado
por las mandas de perros, pero salvo ello no había mayor problema.
Las mascotas estaban desconcertadas, pues no tenían dueños a
quienes pedir comida o a quienes acompañar.
De
pronto un enorme rugido se hizo escuchar. Un avión de pasajeros cayó
en medio de la ciudad, destruyendo edificios y vehículos. El avión
no tenía piloto ni tripulación. Tampoco tenía pasajeros. Nadie
estaba en los autos ni tampoco en los edificios, por lo que no hubo
víctimas que lamentar.
Los
barcos en el puerto flotaban como de costumbre. Aquellos anclados se
mantenían en su lugar, los que no eran movidos por las olas. Ninguno
tenía tripulantes, capitanes, marineros o estibadores. Los puertos
estaban vacíos, sin nadie que cargara o descargara dichos barcos.
El
planeta de un instante a otro se quedó sin humanos. No hubo una
muerte masiva ni una guerra nuclear, simplemente a cierta hora los
humanos desaparecieron. Ahora el planeta estaba a merced de los
animales y de sí mismo. En algunas décadas retomaría su ciclo
normal y volvería a ser el paraíso que el hombre destruyó cuando
el demiurgo decidió plantarlo en el planeta. La tierra por fin tenía
una segunda oportunidad, y no la dejaría pasar.