Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

viernes, marzo 05, 2021

Barrio

 El anciano se paseaba en la vieja casona de adobe, herencia de fines del siglo XIX de su familia. El hombre era portador de un rancio apellido que otrora tuvo influencias en los destinos del país, pero que ahora no era más que un sonado recuerdo de libros de historia qua nadie leía, pues adolecía de hazañas y heroísmo, y sólo traía a la memoria de quienes lo conocían recuerdos de arduo trabajo y sufrimiento. La casona era de un piso, de habitaciones extremadamente altas, que junto con el material de construcción la hacían extremadamente fría en invierno y generosamente calurosa en verano.

El hombre recorría el pasillo central de la casa que daba a todos los dormitorios; en uno de los extremos estaba el living y el comedor, y en el otro el baño y la cocina. El hombre miraba las habitaciones, y los recuerdos de infancia se agolpaban en su cerebro: las tardes de verano junto a sus padres y hermanos, las visitas de sus amigos del barrio, las salidas en bicicleta alrededor de la manzana en que vivía, la felicidad. También se venían a su memoria recuerdos amargos: la debacle económica, el abandono de su padre, la muerte de su madre, el alejamiento de sus amigos y hermanos. Pese a todo el hombre se sentía contento con su vida, y daba gracias todos los días por las experiencias vividas.

El hombre llegó a la puerta de la entrada. Sin fijarse y por el apuro no se fijó de lo cerca que estaba y simplemente pasó de largo; el hombre estaba sorprendido al darse cuenta que había atravesado la puerta sin sentir el golpe contra la madera o caerse de espaldas por el rebote. Al contrario, el hombre se dio cuenta que estaba ya en la calle sin entender bien qué le había sucedido. De pronto su memoria empezó a aclararse: luego del alejamiento de su último hermano cayó en una depresión. Como buen hombre jamás consultó a algún profesional. Un día sumido en la tristeza y la soledad sacó el viejo revolver Colt 45 de su abuelo que aún estaba cargado, lo puso en su sien y acabó con su vida. Ahora entendía por qué su vida parecía no alterarse pese a no hacer nada más que pasear por los pasillos de su casa.

El hombre estaba en la calle mirando el resto del barrio. De pronto vio cómo a través de cada puerta aparecían almas traspasándolas tal y como él lo había hecho. Al mirarlos con detenimiento empezó a reconocer a sus amigos del pasado. Las almas se miraron, y de un momento a otro empezaron a acercarse, a abrazarse y a conversar acerca del pasado común. Mientras tanto las empresas de demoliciones se encargaban de aplastar las viejas casas para convertir el despoblado barrio de antaño en la ciudad del futuro, sin recuerdo ni memoria