Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

sábado, mayo 01, 2021

Bruma

 Sus anteojos se empañaban cada vez que respiraba dentro de la mascarilla. Ya había intentado todos los trucos descritos en internet y en la conversación diaria, sin que nada diera resultados útiles. El hombre ya casi estaba acostumbrado a ver a la gente a través de una bruma que iba y venía dependiendo de su respiración. Sin embargo esa noche la bruma en sus lentes haría la diferencia.

El hombre caminaba de vuelta a su casa minutos antes del inicio del toque de queda, medida creada por las autoridades para ayudar a disminuir la movilidad de la población y con ello intentar enlentecer el avance de la pandemia. Esa tarde de invierno estaba fría y húmeda, y en cualquier instante volvería a llover. El hombre caminaba rápido, lo que hacía que sus anteojos estuvieran casi en todo momento empañados; el hombre miraba a través de su propia bruma, pero lo hacía con confianza pues recorría ese mismo trayecto día tras días, por lo que casi conocía cada defecto de la vereda en su camino. De pronto las luminarias públicas destellaron, quedando la calle en tinieblas, producto de un corte de luz.

El hombre veía cómo, cada cierta distancia, aparecían luces pequeñas que se movían raudas a esa hora. El hombre reconoció las linternas de los teléfonos celulares de los transeúntes, y decidió hacer lo mismo para iluminar su camino y su entorno. El hombre siguió su camino, ahora iluminado por la linterna de su teléfono. Cada cierto tiempo se cruzaba con otro transeúnte que le sonreía al cruzarse con él, mientras seguían caminando. El hombre continuó su marcha cada vez más tranquilo, sonriendo a quien se cruzara en su camino.

El hombre seguía luchando contra la bruma en sus anteojos. De pronto vio otra pequeña luz acercándose a él. Al pasar a su lado el hombre creyó ver sólo el teléfono, sin alcanzar a notar al dueño. Culpando a la bruma en sus anteojos el hombre siguió su marcha. Algunos metros más allá apareció otra luz, y nuevamente al cruzarse con ella no logró distinguir a nadie. El hombre, bastante incómodo, decidió sacarse los anteojos pues la bruma le impedía ver a la gente. Diez metros más allá otra luz apareció, al cruzarse con ella, el hombre vio, ahora sin bruma, que el teléfono no era llevado por nadie.

El hombre estaba desconcertado, tanto así que decidió volver a colocarse los anteojos y sacarse la mascarilla. Al pasar la siguiente luz se encontró con el mismo caso: un teléfono suspendido en el aire sin nadie que lo sostuviera. De pronto el hombre se vio rodeado de teléfonos con sus linternas encendidas, sin que nadie los sostuviera. El hombre miraba a todos lados tratando de entender qué sucedía. Sólo se enteraría de la verdad a la mañana siguiente, cuando descubriera que equivocó el camino y entró al cementerio de la ciudad.