El
adolescente miraba el lecho seco del río. En esa zona de la ciudad,
alejada de los afluentes, el río no era más que piedras y barro, y
malezas que aprovechaban dicho sustrato para crecer y desarrollarse.
Las aves también abundaban en la zona, pues se alimentaban de los
insectos y gusanos que vivían en el microclima; de hecho algunas
inclusive cazaban a otras especies para alimentarse y subsistir. El
adolescente miraba concentrado cómo la vida seguía en el río seco
sin siquiera inmutarse por ello.
El
muchacho estaba parado en un puente peatonal, pegado a la baranda
para tratar de no interrumpir el desplazamiento de los transeúntes
que pasaban a esa hora por ahí. Justo cuando el joven se disponía a
seguir su marcha se fijó en un bulto de color celeste sucio que
estaba botado en el barro, y que era escudriñado por una gaviota,
que en algún momento había cambiado su hogar cerca del mar por el
lecho seco del río. El joven miró con detención el bulto, y de
pronto creyó ver que se movía; de inmediato el muchacho buscó
alguna zona por donde poder bajar al lecho e investigar qué era lo
que se movía en ese lugar.
Los
transeúntes que pasaban por el lugar empezaron a sacar sus
celulares. Un muchacho que estaba parado en el puente peatonal, de
pronto salió corriendo y buscó por donde bajar al lecho del río.
Sin pensarlo dos veces se metió al barro y luego de escarbar un poco
sacó un bulto embarrado que parecía ser un perro muerto. Nadie
entendía al muchacho, tal vez era un defensor de los animales o un
tipo de ecologista medio loco. Un par de minutos después, la rutina
volvió a su curso natural.
El
muchacho se metió al barro a tomar el bulto celeste. Al tomarlo
descubrió envuelto un bebé que le sonrió cuando lo sacó. El
muchacho subió al puente y empezó a pedir ayuda, recibiendo sólo
el desdén del resto de los transeúntes. El muchacho pedía ayuda
sin que nadie lo tomara en cuenta; de pronto una mujer se detuvo,
miró el bulto y se puso a gritar desesperada. A los minutos el
muchacho fue rodeado por quienes pasaban por el lugar. Alguien llamó
a la policía, mientras el joven pedía que llamaran una ambulancia.
Cuando
llegó la policía el muchacho les entregó al bebé. En ese momento
el joven notó que en realidad lo que tenía en brazos era el cadáver
de un bebé; sin embargo al entregar el cuerpo a los policías, una
figura trasparente se desprendió del cadáver, le sonrió, y empezó
a elevarse al infinito. El joven quedó retenido por la policía para
relatarle al fiscal el hallazgo, mientras le sonreía al cielo en
silencio.