Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

sábado, junio 26, 2021

Argolla

El muchacho lloraba ante la tumba de su amada esposa. La mujer había muerto en un accidente de tránsito, en el que un camión chocó el vehículo que conducía su esposo por la puerta del copiloto, matándola en el instante. Luego de su recuperación y de ser dado de alta, se dirigió de inmediato al cementerio donde dos semanas antes habían sepultado los restos de quien fuera el amor de su vida. Sería casi imposible recomponerse, pero el hombre era joven y sus padres le habían dicho que con el paso del tiempo y sin tener que olvidar a su esposa, podría rehacer una vida medianamente normal. Esa tarde el hombre se quedó hasta la hora de cierre del cementerio acompañado por sus padres y sus suegros, quienes veían su pena viva e intentaban consolarlo, a sabiendas que ello era imposible. Cuando uno de los guardias del cementerio se acercó a ellos y les dijo que ya debían cerrar, el hombre besó la lápida de su difunta esposa, y en uno de los jarrones de piedra dispuestos para dejar flores, depositó su anillo de matrimonio para luego empezar a abandonar el lugar junto con sus acompañantes.

El hombre llegó al departamento en el que vivía junto a su esposa. Pese a los ruegos de sus padres y sus suegros, decidió volver al hogar para sentirse en contacto con los recuerdos de su amada. El departamento se sentía frío y oscuro sin ella, y parecía faltarle la chispa que la joven mujer le daba al hogar. Al entrar, el gato de ambos salió a recibirlo, se frotó en sus piernas, y luego se dirigió al dormitorio de ambos para echarse en la cama. El joven se sentó al lado del animal y mientras lo acariciaba lloraba amargamente. La soledad ya estaba haciendo mella en su alma, y el joven sabía que de ahí en más su vida se convertiría en un calvario por un largo tiempo.

El joven se quedó dormido sobre la cama, vencido por el cansancio de las emociones del día. El muchacho se despertó producto de un agudo dolor en su dedo anular izquierdo; al mirarse la mano descubrió que tenía muy enrojecido el lugar donde llevaba la argolla. En ese instante miró el velador y encontró sobre él su argolla.

El joven no entendía nada, pues recordaba claramente haber dejado la argolla en uno de los jarrones de la tumba de su esposa. El joven intentó tomarlo, y se quemó los dedos: la argolla estaba ardiendo. El muchacho miró a todos lados, y sólo vio al gato sentado de lado en el apoyabrazos de la silla de su escritorio, con expresión de relajado. De pronto el joven miró con cuidado al gato, y vio cómo su piel se aplastaba desde la cabeza hasta la cola rítmicamente, lo que claramente le causaba demasiado placer.

A la mañana siguiente el joven salió de su departamento con una mezcla de sentimientos. Por un lado estaba contento, pues el alma de su esposa seguía junto a él más allá de su muerte. Por otro, entendía que su esposa jamás lo dejaría hacer una vida con otra mujer, pues no se movería de su lado hasta el día de su muerte. Esa mañana llevaba en su dedo anular izquierdo su argolla de matrimonio. En su departamento, su gato seguía siendo acariciado eternamente.