Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

sábado, junio 19, 2021

Nieve

 La nieve ocultaba la luz de la luna a esa hora de la noche. La espesa cortina blanca oscurecía el ambiente, haciéndolo más tétrico para las pocas personas que se atrevían a deambular con ese clima a esa hora de la noche. Uno de ellos era un conserje que había salido de su turno a las diez de la noche, y que por lo escaso de la locomoción colectiva llevaba ya cerca de media hora caminando en dirección a su hogar y siguiendo la ruta del bus que le serviría si llegara a aparecer. El hombre caminaba con pantalones gruesos, calcetas largas, botas, camiseta, camisa de franela, suéter grueso y una enorme parka forrada de chiporro. Pese a ello, el hombre tiritaba en la calle mientras avanzaba lentamente.

El hombre se había cruzado con dos personas más en la calle, que iban tanto o más abrigadas que él. Al cruzar en una esquina vio avanzar hacia él una silueta delgada. Cuando estuvo a dos metros de la silueta, se encontró con algo difícil de entender: una adolescente de no más de quince años caminaba por la calle con un vestido muy corto sin mangas, sin medias y con unas diminutas chalas. El hombre se dio vuelta a mirar a la delgada joven que siguió su camino sin parecer tener frío, o al menos sin manifestarlo.

Dos cuadras más allá el hombre divisó una nueva silueta. Al acercarse vio a la misma adolescente corriendo frente a él con cara de miedo, con una chala menos y un moretón en el rostro. El hombre intentó acercarse para preguntarle si la podía ayudar, pero la muchacha no lo vio y siguió huyendo.

El bus que lo llevaría a su hogar nunca pasó. Así, dos horas después de salir del trabajo ya estaba a dos cuadras de su hogar. El hombre seguía pensando en la adolescente de vestimenta veraniega caminando en la nieve, e intentaba entender cómo era posible que esa muchacha pudiera deambular así sin congelarse en la calle. Cuando estaba a no más de trescientos metros de su casa el hombre vio una silueta en el suelo: era la adolescente que estaba tirada en el suelo con el vestido levantado, sin ropa interior, y con una herida que sangraba profusamente en su frente. El hombre de pronto levantó la vista y vio frente a su casa varios vehículos con luces rojas que giraban raudamente.

El hombre caminaba sin rumbo por la calle cubierta de nieve. El conserje debía alejarse de su hogar, y probablemente de su vida. Los vehículos de la policía habían llegado a su hogar y habían desenterrado los restos de la adolescente que veinte años atrás el hombre había violado, asesinado y sepultado en su patio una calurosa tarde de verano en que ella le pidió algo de agua para capear el calor. El hombre no entendía por qué el alma de su víctima le había alertado de la presencia de la policía, pero no le importaba el motivo, sólo le importaba alejarse de su hogar para evitar ser detenido. Dos cuadras más allá en su camino estaba el hermano de la muchacha esperándolo con una barra de acero en medio de la calle y oculto por la nieve.