Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

sábado, agosto 07, 2021

Policía

 El policía dirigía el tránsito de la concurrida avenida con toda tranquilidad. Luego de diez años trabajando en las calles el tráfico ya no lo estresaba, y de hecho agradecía a su jefatura enviarlo a un trabajo tan tranquilo luego de haber pasado largo tiempo patrullando las calles de noche. Los bocinazos abundaban a esa hora en la concurrida arteria, sin que ello lograra poner nervioso al avezado policía.

Una hora más tarde el flujo de vehículos no había disminuido absolutamente nada, cosa que le extrañaba algo al policía, pues se suponía que a esa hora el tráfico ya debería haber bajado en intensidad. Un par de minutos más tarde decidió llamar por radio a su comisaría, y como ya estaban al tanto de la situación le ordenaron seguir en el lugar desempeñando su trabajo. El policía simplemente se despreocupó y siguió ordenando el desordenado tráfico vehicular y evitando dentro de lo posible los tacos y los choques por alcance.

Tres horas más tarde la situación no había cambiado en nada. Los vehículos seguían pasando en la misma cantidad, el flujo no bajaba y la paciencia de los conductores parecía hacerse menor a cada instante. El policía se mantenía en su lugar haciendo su trabajo pero cada vez más confundido con la extraña situación: parecía como si todos los autos de la ciudad se hubieran dirigido a esa esquina para pasar por donde él estaba. El suboficial llamó nuevamente a la comisaría, donde le dijeron que seguían monitoreando la situación y que se mantuviera en ese lugar haciendo su trabajo. El policía guardó su radio, miró la calle y simplemente siguió dirigiendo el tránsito en el mismo lugar.

Cinco horas más tarde nada había cambiado. El tráfico no bajaba en lo absoluto, los conductores seguían de mal genio, y cada vez le era más difícil al policía mantener el orden del tráfico en el lugar. El policía llevaba nueve horas en el lugar, no había comido ni ido al baño, su ánimo estaba por los suelos y no lograba entender cómo se podía mantener ese mismo tráfico gigantesco por nueve horas; parecía como si nadie llegara a destino y todos se dedicaran exclusivamente a desplazarse. El policía ya empezaba a ver en las calles vehículos con leyendas pintadas con tiza y agua en sus vidrios posteriores con frases apocalípticas que no le hacían ningún sentido. Ya era tal su cansancio que decidió llamar nuevamente por radio a la central y pedir que alguien le explicara qué diablos estaba pasando y qué era lo que estaban monitorizando. El operador de la radio en la comisaría miró al oficial que estaba detrás de él y le pasó el micrófono; le correspondía al comisario avisarle al policía que esa mañana el planeta tierra se había contraído a la mitad de su tamaño y que de ahora en adelante se pasaría toda la vida con un tráfico incesante, y con turnos de cuarenta y ocho horas.