Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

sábado, agosto 28, 2021

Reloj

 “Reloj no marques las horas” se escuchaba en la vieja radio a pilas que cargaba el indigente dentro de todos los cachureos con los que deambulaba en un desvencijado carro de supermercado por las calles de la ciudad. El hombre, quien había tenido una agitada vida, ahora vivía su ancianidad como vagabundo, durmiendo en las calles y llevando consigo su vida en un carro que había encontrado en un basural siete años antes, y el que cuidaba casi con su vida. Las malas decisiones tomadas durante su juventud y adultez le estaban pasando la cuenta, y no quedaba más que seguir viviendo hasta que su tiempo se acabara.

“Detén el tiempo en tus brazos” cantaba emocionado el cantante, mientras el indigente seguía caminando sin rumbo fijo, mientras veía a la gente caminar apurada a su alrededor. Cuando era joven y tenía cierta estructura en su vida andaba tan acelerado como el resto, pero desde que estaba en la calle ya nada lo apuraba; de hecho no recordaba hace cuántos años que no tenía reloj. Tal vez por eso le gustaba esa canción, porque le recordaba el tiempo en que tenía vida, y no se dedicaba sólo a sobrevivir.

“Haz que la noche sea eterna” solfeaba melódicamente el cantante, mientras el indigente intentaba avanzar entre el tumulto, que cada vez caminaba más rápido. De pronto el hombre empezó a mirar extrañado a la gente, pues la velocidad a la que caminaban no era habitual; de hecho el hombre empezó a notar que las sombras se desplazaban demasiado rápido y que estaba empezando a oscurecer demasiado temprano. En un instante sintió que la gente lo rodeaba y lo miraba moviendo sus cabezas a toda velocidad; de pronto una sensación de peso incomparable se dejó sentir en su pecho, haciéndole saber que su tiempo empezaba a acabar.

Los transeúntes miraban extrañados a un vagabundo que caminaba con un carro de supermercado. De un instante a otro el hombre se empezó a mover cada vez más lento hasta casi quedar quieto en la calle. Una mujer se le acercó, y se dio cuenta que respiraba menos de una vez por minuto. De a poco la gente empezó a rodearlo y a mirar con curiosidad la lentitud con que se movía. En ese momento un hombre vio cómo su expresión empezaba a cambiar y empezaba a subir lentamente su brazo derecho; media hora más tarde su mano llegó a su pecho y sus ojos se pusieron blancos. Demoró tres horas en llegar su cuerpo al suelo. En cuanto su corazón dejó de latir la radio empezó a sonar, dejando escuchar la frase “reloj detén tu camino porque mi vida se acaba”