Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

domingo, septiembre 05, 2021

Ascensor

 El joven oficinista llegó nervioso al estacionamiento del edificio donde estaba ubicada la empresa donde trabajaba. Esa mañana había empezado de modo funesto para él, y necesitaba despejarse lo antes posible para rendir adecuadamente en sus labores. Justo ese día iría un equipo de auditores a revisar la documentación de su área de trabajo por lo que necesitaba estar completamente concentrado en sus labores. Luego de estacionar su vehículo se bajó, revisó el parachoques anterior, limpió un poco su superficie, se fijó en cuán abollado había quedado luego de los sucesos de su traslado al trabajo, y respiró un poco más tranquilo al darse cuenta que no había sangre en su superficie y que su reparación saldría bastante económica dado el escaso daño sufrido.

El edificio donde trabajaba tenía un dueño con bastante conciencia social, pues tenía contratado un ascensorista. Esa labor era casi innecesaria, pero con ello le daba trabajo a una persona minusválida, por lo que aportaba con el sueldo y con la integración del trabajador. Al llegar a la empresa el oficinista subió rápido al ascensor, saludó apurado al ascensorista casi sin mirarlo y le indicó que lo llevara al octavo piso. El hombre presionó la botonera, y el oficinista se dio cuenta que el ascensor estaba bajando a uno de los estacionamientos subterráneos.

El oficinista miró al ascensorista, quien llevaba su rostro cubierto con su mascarilla. El joven se encogió de hombros y nuevamente pidió al ascensorista que lo llevara al octavo piso. En el intertanto el joven empezó a recordar los sucesos de la mañana: su sueño irregular, su despertar enojado, su ducha rápida, su café medio frío, su manejo acelerado, el vagabundo que apareció de la nada en medio de la calle, el atropello, la huida sin preocuparse del estado del accidentado. Una vaga sensación de culpa empezó a invadirlo pero de inmediato la desechó: había sido culpa del vagabundo quien se cruzó en medio de la calle de improviso en su camino sin que él alcanzara a esquivarlo. Si se hubiera detenido a ayudarlo hubiera llegado atrasado a la auditoría, y su jefe no se lo hubiera perdonado. Mientras cavilaba, el oficinista notó que nuevamente el ascensor estaba bajando.

El oficinista estaba notoriamente enojado con el ascensorista. Furibundo se dio vuelta y con violencia bajó la mascarilla del hombre quien tenía su mandíbula destrozada. El oficinista lo miró con espanto, y no reconoció al ascensorista; de pronto se dio cuenta que quien manejaba el ascensor era el vagabundo al que había atropellado y asesinado esa mañana. El joven nunca se enteró que el ascensorista estaba con permiso esa mañana. Mientras tanto, el vagabundo volvió a apretar la botonera del ascensor, cuyo destino final no era otro que el infierno.

1 Comments:

Blogger Jorge Hoffmann said...

¡¡¡Excelente cuento!!!

9:03 a.m.  

Publicar un comentario

<< Home