Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

sábado, octubre 30, 2021

Actualizacion

 Dice el evangelio (apócrifo por cierto) de Nicodemo que cuando Jesús murió, bajó al reino de Hades, lo derrotó, y sacó a todos los patriarcas bíblicos y los llevó con él al cielo. Desde esa fecha nada se ha sabido del dios del inframundo, de Caronte, de Cerberus, ni de la persistencia del río Estigia. Dicen que la historia la escriben los vencedores; sin embargo, es importante conocer la versión de los vencidos para poder ver la realidad en perspectiva.

En las profundidades de la realidad, allí donde sólo unos pocos cerebros se pierden de vez en cuando, tres viejas entidades persisten pese al paso del tiempo. Una es un perro enorme de tres cabezas con enormes colmillos y baba colgante de cada una de sus bocas; sin embargo sus dientes están amarillos, se le han caído varias piezas, sus músculos ya no están tan marcados como antes, y en vez de ladrar ahora se dedica casi sólo a dormir y a juguetear con las otras dos entidades que lo acompañan; de vez en cuando inclusive les hace fiestas a las otras entidades, tal como si aún fuera cachorro.

Otra de las entidades es un ser cadavérico que otrora remaba su bote a través del río Estigia llevando las almas al inframundo y cobrando por ello; en aquel entonces sus brazos eran musculosos y su túnica perfectamente tejida. Ahora sus brazos estaban fofos, su túnica raída y sus huesos apenas se movían. Ahora pasaba su tiempo recordando su pasado y soñando con que todo volviera en algún instante a la normalidad; sin embargo y a cada momento sus esperanzas eran cada vez menores, y veía su eterno futuro haciendo nada y jugando de vez en cuando con su perro de tres cabezas.

La última entidad era el alma más vieja de todas. Otrora casi el líder del olimpo, ahora era el único dios del panteón que quedaba vivo; sin embargo su reino no tenía más súbditos que un perro viejo y cansado y un barquero que ya no navegaba. Su vista pasaba casi todo el tiempo fija en el suelo, y su mente recordaba tiempos mejores. No tenía sueños ni esperanzas, y sólo seguía vivo porque no podía morir.

En un instante cualquiera, no distinto de otro, se abrió el techo del inframundo y una entidad de luz se materializó en el lugar. Caronte tomó su remo y Cerberus se puso de pie ladrando con todas sus fuerzas: sus memorias recordaban dicha presencia, y darían su última mejor batalla antes de desaparecer de la realidad. Hades seguía sentado mirando el piso. La entidad se acercó en paz, calmó al perro y al barquero y se dirigió donde el otrora dios del inframundo: había llegado el momento de reponer su reino, pero antes debían quedar claras las condiciones para evitar nuevos malos entendidos. Hades levantó su mirada; en ese instante empezó nuevamente a fluir el viejo río Estigia en el lecho seco del inframundo.