La
muchacha apretaba constantemente los tornillos de sus anteojos. Ella
usaba un modelo sin marco sujeto por tornillos que se soltaban a cada
rato, lo cual hacía que la estructura fuera inestable, por lo que
debía estar ajustándolos a cada instante. Con los problemas de
agudeza visual que tenía, cada vez que se sacaba los anteojos para
apretarlos quedaba temporalmente viendo siluetas en colores borrosos
que se aclaraban una vez que los anteojos volvían a su rostro. La
muchacha parecía tener una compulsión con sus anteojos, pero todo
era producto de la necesidad de comodidad para poder ver bien.
Esa
tarde la joven había salido de su trabajo a la hora de siempre, y
estaba sentada en la plaza mirando su entorno; de pronto sintió que
la estructura de sus anteojos volvía a estar inestable, por lo que
se los sacó y se dispuso a apretar los tornillos. Al menos estando
sentada en la plaza podía hacerlo de modo seguro, sin el temor a
caer por no ver bien por dónde estaba pisando. Mientras los apretaba
la joven vio una masa de colores acercándose rápidamente a ella;
casi como acto reflejo se colocó los anteojos para ver lo que se
venía, dándose cuenta que nada se estaba acercando a ella en ese
instante.
La
joven se dio cuenta al tacto que los tornillos estaban casi salidos,
por lo que debió utilizar sus uñas para apretarlos y recuperar lo
antes posible su visión. Justo cuando estaba por terminar de ajustar
uno de los tornillos vio acercarse por su derecha una sombra
amenazante; al colocarse los anteojos vio que nada había. Luego de
cuatro amagos de amenaza sin que nadie se acercara a ella, se dio
cuenta que su mente le estaba jugando una mala pasada.
Dos
minutos más tarde la joven ya había apretado tres de los cuatro
tornillos. Cuando estaba por terminar de apretar el cuarto, vio
frente a ella avanzando una masa enorme; estando consciente de las
falsas alarmas previas, siguió apretando el tornillo sin tomar en
cuenta la visión. De pronto vio de reojo que quienes estaban
sentados a su lado se paraban rápidamente; un segundo antes del
impacto escuchó el sonido de una bocina. El personal del servicio
médico legal demoró cerca de media hora en recoger todas las partes
de su cuerpo destrozado por el camión sin frenos que había acabado
con su vida. Su alma estaba de pie mirando la escena, mientras a su
lado una entidad superior le explicaba que intentó avisarle en seis
ocasiones que ese no era un lugar seguro para arreglar sus anteojos.