Mientras el hombre escribía febrilmente en el teclado de su computador, un gato caminaba por el borde de la muralla que daba a su ventana en la oficina. El hombre no se había dado cuenta de la presencia del felino, hasta que vio aparecer una enorme sombra sobre su escritorio, que casi lo sobresaltó. Al mirar a través de la ventana vio al pequeño animal, quien pasaba sin prisa frente al sol y proyectaba su sombra sin mayores preocupaciones. El hombre esbozó una leve sonrisa y se sonrojó al darse cuenta que su cabeza había
imaginado un animal enorme caminando por el lugar.
El hombre seguía escribiendo lo más rápido que podía en su computador, pues su jefe le había exigido tener una serie de informes listos a mediodía y el tiempo avanzaba a toda velocidad, como suele suceder cuando algo nos apremia. De pronto una silueta alargada y enorme apareció sobre su escritorio: era el gato que se había sentado en la muralla a mirar al hombre digitar. Esta vez el hombre no se asustó, miró con curiosidad al animal y sin pensarlo agitó su mano a modo de saludo. El gato no se movió de su posición.
De pronto se escuchó una serie de gritos en el pasillo que daba a las oficinas. Antes que el hombre alcanzara a pararse la puerta fue abierta de una patada, y un hombre armado con una pistola entró violentamente a su oficina gritando a viva voz para que el entregaran dinero; en las oficinas de alrededor se multiplicaban dichos gritos, y en una de las oficinas se escuchó un disparo.
El hombre intentaba explicarle al pistolero que en esa oficina no se manejaba dinero, y que la recaudación de la empresa estaba sólo en las cajas de pago. El pistolero no dejaba de gritar exigiendo dinero, hasta que de pronto amartilló el arma y apuntó a la cabeza del hombre. En ese instante en el escritorio se dejó ver una silueta saltando: la sombra se materializó cayendo sobre el pistolero, mordiendo sus brazos y cortando su cuello con sus afiladas garras. El hombre no entendía lo que estaba pasando; la sombre giró hacia él y volvió a su posición inicial en el escritorio. Al mirar por la ventana el hombre vio al gato en la pared, quien empezó a lamerse las garras, que estaban bañadas en sangre. El animal lo miró, y simplemente empezó a caminar por la muralla; en ese momento irrumpió la policía en la oficina encontrando al pistolero muerto, y al hombre mirando por la ventana.