Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

sábado, noviembre 13, 2021

Lluvia

 El anciano miraba la lluvia caer por su ventana esa tarde de invierno. Hacía años que su ciudad estaba sumida en una terrible sequía que había provocado hasta racionamientos en la distribución de agua de uso domiciliario, por lo que dicha lluvia parecía más bien el levantamiento de un castigo por parte de la divinidad que un fenómeno meteorológico explicable por procesos geofísicos. Independiente de la causa, el anciano disfrutaba de ver la lluvia caer, tal como lo había hecho desde su juventud.

El anciano había nacido en una ciudad lluviosa, por lo que estaba acostumbrado a meses largos de invierno en que la lluvia podía durar hasta semanas, y en que el volumen de agua no era impedimento para detener las actividades de la vida; por tanto para él era natural salir a trabajar o de compras con lluvia, cosa que aparentemente restringía a las generaciones más jóvenes quienes preferían quedarse en sus casas que seguir funcionando con algo tan natural como agua cayendo desde el cielo. Aparte de su costumbre, el anciano contaba con una salud a prueba de todo, por lo que rara vez se resfriaba. Sin embargo en dicha ocasión y dada su avanzada edad prefirió no salir, pues le quedaba comida disponible para más de una semana. Así, el anciano disfrutaba la tarde viendo la lluvia caer.

El anciano veía cómo la lluvia caía a raudales, recordándole los viejos tiempos. Hacía décadas que no veía llover así, y ello lo ponía contento pues esa lluvia aseguraba el fin de la sequía y el inicio de mejores tiempos. Todo el país se vería beneficiado, y eso lo alegraba aún más pues aseguraba el futuro de sus nietos y de todas las generaciones futuras. La lluvia era una bendición, y él era un hombre privilegiado al poder verla.

Algunos minutos más tarde la intensidad de la lluvia había aumentado, y el anciano veía cómo se empezaba a acumular el agua en las calles y veredas. El anciano entonces decidió encender el televisor para ver las noticias de las eventuales inundaciones, y si algún conductor de televisión decidía armar una campaña para ir en ayuda de los eventuales damnificados.

El anciano no lograba entender lo que estaba pasando. Los canales de televisión parecían estar en cadena trasmitiendo desde una ciudad en el extranjero en un idioma desconocido; el anciano creyó entender que la persona que aparecía en pantalla era un astrónomo, y no comprendía por qué hablaba un astrónomo en vez de un meteorólogo o un político. Su sordera le impidió escuchar al traductor, quien explicaba con acento neutro y tono desafectado que horas antes un cometa había impactado en la antártica, que ello había liberado a la atmósfera millones de toneladas de agua, y que ella estaba precipitando en forma de diluvio que en pocas horas cubriría por completo la superficie de la tierra, acabando con toda la fauna del planeta, incluyendo por supuesto a los seres humanos.