Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

sábado, diciembre 18, 2021

Concentración

La mujer miraba desconcentrada el entorno en el paradero de buses. Parecía estar triste, pero no era capaz de saber el motivo de su tristeza. En algún momento quiso creer que su cerebro estaba antelando algún suceso desagradable que sucedería en el futuro mediato, como si fuera una suerte de vidente, cosa que distaba demasiado de su realidad. Algo pasaba en su cerebro y ello la angustiaba, y la angustia la hacía parecer desconcentrada. De pronto su cerebro se conectó cuando el bus que debía tomar se detenía y abría las puertas en el paradero, como esperando a que ella subiera.

La mujer miraba desconcentrada el trayecto de su viaje. Las calles parecían no haber cambiado en los últimos siete años, en que hacía el mismo recorrido para ir a su trabajo. El pavimento, los árboles, los negocios y hasta la gente parecía no haber cambiado en nada los últimos siete años. Todo se veía igual de gris que siempre, los colores parecían haber desaparecido del entorno; para más remate estaba empezando el otoño, por lo que el cielo estaba nublado y los árboles empezaban a tomar el característico tono amarillento. Nada parecía tener vida, y hasta los vivos parecían simplemente subsistir sin trascender.

La mujer miraba desconcentrada la calle luego de bajarse del bus para caminar las dos cuadras que separaban el paradero de su lugar de trabajo. Un perro pasó al lado de ella sin mirarla ni mover su cola; un gato lamía sus manos en una muralla sin tomarla en cuenta. Un zorzal aterrizó delante de ella y se quedó tieso mientras la mujer pasaba sus pies por encima de él. Parecía que no existía para los animales. Las personas la evitaban sin mirarla a los ojos, y los niños que iban de la mano de sus padres y madres parecían no verla. Su angustia se mantenía pero no creció, pues ya estaba por llegar a su trabajo donde debería estar concentrada para ejercer sus labores.

La mujer miraba desconcentrada a la persona que estaba sentada delante de ella. El hombre joven le contaba sus problemas sin que ella pareciera ser capaz de entender lo que le estaba diciendo. La psiquiatra terminó de escuchar al hombre, sacó su recetario, y sin mediar palabra alguna extendió una receta por los fármacos que el hombre venía tomando hacía años por indicación de ella. Al salir el hombre miró a la recepcionista quien sólo se encogió de hombros. La administrativa sabía que ese sería un día extraño al ver llegar a la profesional sin su vehículo del año, en locomoción colectiva, vestida sin combinar colores y sin maquillaje. Mientras tanto la profesional intentaba entender qué le pasaba mientras se miraba al espejo sin reconocerse, ni saber por qué hacía lo que hacía.