Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

sábado, enero 08, 2022

Azotea

 La secretaria estaba sentada en la azotea del edificio con las piernas colgando. Si bien era cierto andaba con una falda muy corta, no le preocupaba que alguien la pudiera ver: sentada en la azotea del piso treinta no había muchos edificios que alcanzaran dicha altura en los alrededores, por lo que la posibilidad que algún fisgón la estuviera mirando era mínima. De hecho si quisiera saltar al vacío tampoco sería fácil notarlo hasta que ya fuera demasiado tarde. Si quisiera podría hasta pasearse desnuda o bailar vestida de gitana y nadie notaría su presencia. De hecho estaba en la azotea por eso, porque nadie notaba su presencia.

La secretaria volvió a su puesto de trabajo; hacía ya dos meses que nadie la saludaba ni la miraba, ni le preguntaba cómo se sentía. Esos dos meses habían permanecido las mismas carpetas en su escritorio, con un trabajo de contabilidad que apenas avanzaba, pues como nadie le hablaba no conseguía ayuda. De hecho había intentado hablar con su jefe, pero éste tampoco le dio audiencia; en una oportunidad cuando el jefe salió de la oficina caminó al lado de él explicándole la situación, sin que el hombre siquiera pareciera notar su presencia. Su trabajo se estaba haciendo insoportable, y su vida personal tampoco estaba mejor que ello.

La secretaria vivía con su marido y su pequeño hijo a pocas cuadras del trabajo. Esos dos meses su esposo tampoco le hablaba, y sólo su hijo seguía jugando con ella; sin embargo cuando su marido llegaba a casa sacaba al pequeño rápidamente del dormitorio matrimonial para acostarlo y quedarse sentado en silencio al borde de la cama, sin hablarle, hasta que el cansancio lo vencía y se acostaba a dormir. La mujer había intentado en varias ocasiones jugar en la cama con su marido, pero él no la miraba y seguía durmiendo. Su vida se estaba convirtiendo en una debacle de la cual no sabía cómo escapar.

La secretaria estaba sentada en la azotea del edificio con las piernas colgando. Luego de mirar la ciudad desde las alturas un rato decidió volver al trabajo. Al llegar a la oficina el jefe convocó a toda la gente para que los acompañara a una inauguración o ceremonia; a regañadientes la secretaria siguió a sus compañeros al lugar indicado. Al llegar al auditorio la situación se puso incomprensible: a la entrada estaba el dueño de la empresa quien junto a su jefe descubrieron una placa con el nombre de la secretaria, junto a la cual se encontraba una foto de ella. En la placa había dos fechas, la de su nacimiento y la del día en que dejaron de hablarle. En ese instante su memoria volvió a ella: dos meses atrás, al pararse de la azotea donde acostumbraba sentarse a descansar perdió el equilibrio y cayó al vacío, muriendo en el acto. Ahora la joven entendía por qué nadie le hablaba; en ese momento la joven vio una luz a la distancia que parecía llamarla. Antes de irse vio a su hijo, quien estaba invitado junto a su marido en la ceremonia, agitar su mano en señal de despedida al alma de su madre.