Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

sábado, enero 01, 2022

Telefonista

 El telefonista miraba tembloroso la pantalla del computador, mientras traspiraba copiosamente por el auricular sujeto a su cabeza. Nunca hasta ese momento había sentido tanto miedo, y ni siquiera tenía claro si era o no justificado.

El telefonista llevaba cerca de doce años trabajando en un servicio de cobranzas en que su trabajo consistía en llamar deudores y amedrentarlos respecto de lo que les pasaría si seguían sin pagar sus deudas. Muchas veces los montos eran ínfimos y eran deudas con atraso de uno o dos meses; sin embargo su trabajo no era evaluar esas circunstancias sino simplemente llamar a toda la gente del listado y dejar consignado si obtenía o no respuesta. En general no más del diez por ciento de los llamados contestaban, y en general de ellos un noventa por ciento se ponía al día en sus deudas; por ello, dentro de su trabajo siempre era bien evaluado.

Esa mañana el hombre empezó a llamar temprano. Cerca de las diez de la mañana llamó a un número de red fija, desde donde le respondió una voz de mujer añosa. En la pantalla aparecía una deuda de cien mil pesos, cifra bastante exigua para otras que le habían tocado, sin embargo le tocaba dar todo su discurso de costumbre y quedar en espera de la respuesta. Luego de hablar por cerca de tres minutos amenazando con demandas, embargos y demases, su interlocutora quedó en silencio. De pronto la voz añosa respondió en un tono bastante duro, nombrándole hechos acerca de su pasado que sólo eran sabidos en su familia, y que dicha llamada le costaría la vida. El hombre sin saber qué hacer, cortó la llamada.

Cinco minutos más tarde, el hombre sudada copiosamente. La puerta del piso donde estaba fue golpeada violentamente, y su jefe se paró algo asustado a abrir. El telefonista no sabía qué pensar, y temía que la anciana hubiera enviado algún asesino a sueldo o tal vez algo peor; de pronto en la conversación de su jefe con los visitantes creyó escuchar su nombre, luego de lo cual sendos pasos se dirigieron a su cubículo. Tal fue la tensión que el telefonista sufrió un colapso cardíaco, falleciendo en el instante. Cinco segundos más tarde apareció su jefe junto con una mujer mayor, que según decía venía a agradecer por recordarle una deuda que había olvidado debido a su memoria alterada por la edad. Al ver el cadáver en la silla su jefe se consternó, y la anciana esbozó una tenue sonrisa.