Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

sábado, febrero 05, 2022

Canas

 El hombre miraba el espejo del bar en la barra. En él veía un rostro viejo y cansado, que debería estar en su casa durmiendo a esa hora para recuperar fuerzas para el trabajo de la semana. Sin embargo estaba en la barra del bar bebiendo su tercer whisky de la noche, sin saber cuál sería su cuota de esa jornada. El hombre miraba sus canas, y sabía la historia de cada una, pues cada cana era la marca de algo que había hecho mella en su vida. De pronto el hombre miró con detención el espejo, y vio un enorme mechón que no había notado hasta ese entonces.

El hombre entonces notó que estaba en realidad demasiado cansado, y que si se quedaba en la barra terminaría quedándose dormido. Para conservar su dignidad pagó la cuenta y emprendió camino a casa, aún con un paso firme, aunque algo inestable. Media hora después había llegado a su casa, donde lo esperaba un gato viejo y mañoso, que sólo le pedía comida para luego dejarlo botado con su soledad de siempre.

El hombre alimentó al gato, y dejó abierta la ventana de la cocina para que una vez saciado, volviera a salir sin problemas. Luego se hizo un sándwich con lo que quedaba en el refrigerador, y se sentó a comer frente al televisor con la luz apagada.

El hombre miraba el televisor sin tomar en cuenta lo que veía. De pronto terminó el programa que estaban emitiendo, y empezó un noticiario nocturno. El hombre vio que la periodista le daba el pase a un colega, quien mostraba un lugar parecido al bar que frecuentaba, rodeado de policías, con cintas plásticas para aislar el lugar, y personas con buzos blancos moviéndose por doquier. El periodista en el lugar comentaba que un hombre loco sacó un arma en el bar y empezó a disparar a diestra y siniestra; luego agregó que uno de los asistentes al lugar era un policía de civil que usó su arma. El resultado final fueron seis muertos, incluido el homicida.

El hombre empezó a mirar entonces las fotos de los fallecidos, y se estremeció al reconocer al barman y a una de las meseras; en ese instante agradeció al cielo haber salido a tiempo del lugar. De pronto apareció una fotografía suya: en el generador de caracteres aparecía su nombre, bajo el cual decía “autor de los disparos”. En ese instante se dio cuenta que no había sándwich en la mesa, y que su gato seguía pidiéndole una comida que jamás le llegaría.