La
mujer dormitaba cansada frente al computador. Las últimas tres
noches apenas había dormido y eso le estaba pasando la cuenta,
haciéndola cabecear en su trabajo. Por más que intentaba
controlarlo le era imposible, por lo que en algún instante decidió
dejarse llevar por el sueño, y luego simplemente asumir las
consecuencias, si es que alguien llegara a descubrirla.
La
mujer se quedó profundamente dormida, y al poco rato empezó a
soñar. En su sueño uno de los dueños de la empresa la sorprendía
y le llamaba la atención a gritos, a vista y paciencia de sus
compañeros de trabajo. El hombre luego la obligaba a que lo siguiera
a su oficina, donde seguía insultándola por haberse quedado
dormida. En el sueño la mujer se ponía a llorar, lo que le
provocaba más ira a su jefe, quien la insultaba con epítetos cada
vez peores.
De
pronto en el sueño el descontrol se apoderó de su mente. La mujer
miró el escritorio de su jefe, y dentro de los artefactos encontró
un cuchillo cartonero. Presa de la impotencia la mujer tomó el
cuchillo, extendió la hoja al máximo y empezó a lanzarle cortes a
la cara a su jefe, quien gritaba de dolor e intentaba protegerse. De
pronto uno de los cortes llegó a su cuello ahogando el último
grito, haciéndolo caer al suelo mientras manaba sangre a borbotones
de la herida.
Instantes
después en su sueño aparecía la secretaria del gerente, quien al
verlo botado en el suelo muerto empezó a gritar, desaforada. La
mujer entonces también la atacó con el cuchillo, cortándole la
cara y el cuello provocándole la muerte. La angustia se apoderó de
la mujer, quien al ver a las dos personas muertas, colocó el
cuchillo en su propio cuello y de un corte acabó con su vida.
En
ese momento fue despertada por el grito de su jefe, quien
efectivamente la descubrió durmiendo. El hombre hizo lo mismo que en
su sueño frente a sus compañeros, y luego la llamó a su oficina.
Sabiendo lo que iba a ocurrir, la mujer decidió no seguirlo, y salir
por la puerta principal mientras el hombre le gritaba a viva voz que
estaba despedida. La mujer prefería eso a matar a dos personas y
luego suicidarse. Al salir del edificio cruzó la calle para irse a
su hogar, muriendo atropellada por un camión que acababa de cortar
sus frenos. En la oficina su jefe sufrió un infarto masivo al
corazón que acabó con su vida instantáneamente, y su secretaria,
al verlo muerto en el piso salió corriendo de la oficina, se
tropezó, y cayó sobre una escultura de bronce puntiaguda que le
perforó el tórax y destrozó su corazón. Así, la vida siguió su
curso sin cambios en su plan maestro.