Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

sábado, marzo 19, 2022

Adorno

El adorno de navidad aún colgaba de la puerta de la oficina en pleno marzo. Las festividades habían pasado hacía ya tres meses, de hecho lo que menos había era ánimo festivo en la empresa; sin embargo nadie se había tomado el tiempo de quitar los adornos de ninguna festividad. De hecho en un par de puertas aún había símbolos patrios de las festividades de septiembre del año anterior.

La secretaria estaba con la vista fija en el adorno. En un par de ocasiones su jefe directo le había hablado para que se concentrara en su trabajo, y más de algún compañero había pasado sus manos frente a sus ojos sin que ella pareciera inmutarse. La mujer no despegaba la vista del pequeño adorno, y nada era capaz de cambiar su foco de concentración.

A media mañana se escuchó un alboroto en los pasillos, pues el dueño de la empresa había llegado de sorpresa a visitar su propiedad y a ver el estado de las cosas; todo transcurrió de forma normal hasta que el hombre llegó frente a la secretaria que seguía mirando el adorno. A diferencia del resto de la gente el dueño de la empresa de inmediato identificó el foco de concentración de la mujer, y al ver que nada la hacía reaccionar, tomó el adorno y con un fuerte tirón lo arrancó, para luego seguir con su visita.

La secretaria seguía inmutable. De pronto tomó un abrecartas metálico con la forma de una pequeña espada, se puso de pie y caminó hacia el dueño de la empresa; la mujer se paró detrás del hombre y sin mediar provocación clavó el abrecartas por sobre su clavícula izquierda, matándolo al instante. En medio de los gritos de toda la gente la mujer sacó de la mano del cadáver el adorno y volvió con él a su escritorio. Nadie en la empresa se había enterado que su hijo de cinco años había hecho ese adorno; nadie tampoco sabía que el 23 de diciembre del año anterior su hijo había muerto atropellado por un conductor ebrio. La mujer tampoco sabía que el conductor ebrio había sido el dueño de la empresa. El ciclo se había cerrado, y sólo faltaba el concurso de la justicia humana, la más injusta de todas.