El
adorno de navidad aún colgaba de la puerta de la oficina en pleno
marzo. Las festividades habían pasado hacía ya tres meses, de hecho
lo que menos había era ánimo festivo en la empresa; sin embargo
nadie se había tomado el tiempo de quitar los adornos de ninguna
festividad. De hecho en un par de puertas aún había símbolos
patrios de las festividades de septiembre del año anterior.
La
secretaria estaba con la vista fija en el adorno. En un par de
ocasiones su jefe directo le había hablado para que se concentrara
en su trabajo, y más de algún compañero había pasado sus manos
frente a sus ojos sin que ella pareciera inmutarse. La mujer no
despegaba la vista del pequeño adorno, y nada era capaz de cambiar
su foco de concentración.
A
media mañana se escuchó un alboroto en los pasillos, pues el dueño
de la empresa había llegado de sorpresa a visitar su propiedad y a
ver el estado de las cosas; todo transcurrió de forma normal hasta
que el hombre llegó frente a la secretaria que seguía mirando el
adorno. A diferencia del resto de la gente el dueño de la empresa de
inmediato identificó el foco de concentración de la mujer, y al ver
que nada la hacía reaccionar, tomó el adorno y con un fuerte tirón
lo arrancó, para luego seguir con su visita.
La
secretaria seguía inmutable. De pronto tomó un abrecartas metálico
con la forma de una pequeña espada, se puso de pie y caminó hacia
el dueño de la empresa; la mujer se paró detrás del hombre y sin
mediar provocación clavó el abrecartas por sobre su clavícula
izquierda, matándolo al instante. En medio de los gritos de toda la
gente la mujer sacó de la mano del cadáver el adorno y volvió con
él a su escritorio. Nadie en la empresa se había enterado que su
hijo de cinco años había hecho ese adorno; nadie tampoco sabía que
el 23 de diciembre del año anterior su hijo había muerto
atropellado por un conductor ebrio. La mujer tampoco sabía que el
conductor ebrio había sido el dueño de la empresa. El ciclo se
había cerrado, y sólo faltaba el concurso de la justicia humana, la
más injusta de todas.