Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

sábado, marzo 05, 2022

Cadáver

“No sé qué hacer” repetía en su mente el muchacho mirando el cadáver de una joven mujer que yacía en su cama con una enorme herida cortante en su cuello de la cual había manado la sangre que cubría por completo toda la ropa de cama y que además había ensuciado el piso de su habitación. El muchacho ni siquiera recordaba cómo había vuelto a su casa, a qué hora, y por qué lo había acompañado esa mujer.

El muchacho miraba a cada rato el rostro de la joven a ver si lograba recordar algo, pero su memoria estaba completamente bloqueada. De pronto apareció su madre en su dormitorio, sin que el joven alcanzara a reaccionar. Su madre miró a la muchacha en la cama, y le dijo a su hijo que el desayuno ya estaba servido.

El joven desayunaba consternado en el comedor. Su madre tenía puesto el noticiario de mediodía en televisión, y le hablaba al muchacho acerca de lo que había visto en televisión la noche anterior. De pronto el joven escuchó fuertes ruidos en su habitación: a los pocos minutos apareció su padre con una bolsa para transporte de cadáveres llevando lo que al parecer era el cuerpo de la muchacha. El hombre miró serio al muchacho, y le dijo que luego conversarían.

Diez minutos más tarde el hombre entró al comedor, el muchacho lo miró temeroso tratando de pensar qué decirle a su progenitor. El hombre lo miró, acarició su cabellera, y le dijo que debería aprender a desaparecer los cuerpos luego de asesinar a sus víctimas. El muchacho lo miró sorprendido sin entender nada. En ese momento ambos padres se sentaron ante él, y le explicaron que ellos eran miembros de una casta de varias generaciones de asesinos rituales, que pertenecían a una suerte de secta, y que llevaban siglos asesinando gente y quemando los cadáveres para no dejar rastros. El muchacho escuchaba con horror la frialdad con que sus padres le contaban dicha historia. La pareja luego guardó silencio y siguieron tomando su desayuno, mientras el muchacho se dirigía a su habitación, dispuesto a cortar la tradición. Buscó en su closet donde guardaba un machete desmalezador, se devolvió al comedor y con dos certeros cortes asesinó a sus padres, para luego ir a la habitación de ellos, encontrar bolsas para cadáveres en los cuales metió sus cuerpos para llevarlos a un sitio eriazo y quemarlos, y así olvidar para siempre su herencia. Lo que el joven no sabía, era que el asesinato y la incineración de los padres era el segundo homicidio de la casta, lo que aseguraba la persistencia de la tradición familiar.