La
adolescente estaba feliz y asustada a la vez. Era la primera fiesta a
la que le habían dado permiso para asistir, luego de catorce años
de negativas. Hasta ese entonces nunca había podido ir a algún
cumpleaños, bautizo o celebración alguna, pues sus padres y
particularmente su madre no le daban autorización para salir sin
ellos, y cada vez que lo hacía, debía ser a la luz del día. Su
madre tenía reglas algo extrañas respecto de las noches, y la que
más le llamaba la atención era que al salir de noche siempre
debería cubrirse la boca.
La
semana anterior su mejor amigo del colegio la había invitado a su
cumpleaños, que sería celebrado un viernes por la noche. El
muchacho se preocupó que sus padres le escribieran una nota a la
madre de la muchacha explicándole que ellos estarían
permanentemente en el lugar, y hasta se comprometían a llevarla de
vuelta a casa al terminar la celebración. La muchacha llegó a casa
sin muchas expectativas, y a la hora de la cena le entregó la carta
a su madre, quien en un principio se negó a darle permiso. Sin
embargo su padre le dijo que ya era tiempo de darle permiso, y le
dijo que lo que debiera pasar pasaría tarde o temprano, cosa que la
muchacha no alcanzó a entender. La madre miró a su esposo y a la
muchacha, y a regañadientes aceptó, no sin antes repetirle a la
chica que debería mantener cubierta su boca. De hecho terminada la
cena, la madre acompañó a la muchacha a su habitación, y le enseñó
a cubrir su boca de modo sutil para que nadie se complicara durante
la fiesta.
Viernes
por la noche. La adolescente se había arreglado a su gusto: jeans,
polera corta, chaqueta liviana era su atuendo. Antes de salir sus
padres la abrazaron, le desearon suerte, le dijeron que la amaban y
que estarían para ella sin importar lo que sucediera esa noche: la
muchacha quedó perpleja, pero de todos modos siguió adelante para
por fin poder disfrutar de una fiesta de noche. Media hora más tarde
la muchacha se bajó del taxi, tocó el timbre, y se preocupó de
cubrir su boca sutilmente para saludar a los padres de su amigo y
agradecerles por lo que hicieron para ayudarla. A partir de ese
momento la adolescente se dedicó a bailar y comer con sus amigos,
siempre manteniendo cubierta su boca. Definitivamente esa noche
estaba siendo la mejor noche de su vida.
A
las doce de la noche los padres empezaron a decirle a los jóvenes
que ya era una hora prudente para terminar la fiesta. Mientras la
madre del joven empezaba a recoger las cosas el padre salió para
sacar el auto del estacionamiento para empezar a repartir a los
amigos de su hijo. En ese momento su amigo le pidió que lo
acompañara a su habitación. Al llegar al lugar el joven juntó la
puerta y le dijo a la muchacha que siempre le había gustado, que
estaba feliz de haberla tenido en su fiesta, y le pidió un beso. La
adolescente se sonrojó: a ella también le gustaba su amigo, y no
perdería la oportunidad de besarlo. La adolescente descubrió su
boca y abrió sus labios: en ese momento el muchacho vio cómo la
boca de su enamorada se convertía en una caverna enorme que lo
absorbía con una fuerza incontenible. La muchacha se dio cuenta que
algo estaba pasando e intentó cerrar su boca, pero le fue imposible:
cinco segundos después el cuerpo de su amigo había sido absorbido
por su boca, y proyectado a años luz del lugar, a una galaxia apenas
conocida por la astronomía moderna. La muchacha no sabía qué le
diría a los padres de su amigo, y esperaba con ansias a la
conversación que tendría esa noche con sus padres.