La
niña caminaba de la mano de su madre por la calle tomando un helado
de agua de color rojo brillante. En ese momento la pequeña era feliz
comiendo su helado favorito y paseando de la mano de la mujer a la
que más quería en todo el mundo, lo que fuera que ello significara.
El sabor de la paleta de helado y la sensación de frío en su boca
por una parte, y la sensación de tibieza en la mano que tomaba la de
su madre por la otra llenaban su mente y satisfacían sus sentidos
todo a la vez. La felicidad era tan simple que hasta la pequeña la
podía entender.
El
helado se derretía lentamente, y gruesas gotas de color rojo caían
sobre su vestido manchándolo a cada paso; sin embargo ello no
parecía preocupar a su madre, quien se veía seria mientras miraba
al resto de la gente a su alrededor y no se fijaba en las manchas del
vestido de la pequeña. De vez en cuando los ojos de la madre
encontraban a los de su hija, y cada vez que ello ocurría una
sonrisa invadía sus rostros. Pero los ojos de la madre estaban
demasiado atentos a la gente que caminaba en torno a ellas.
La
niña miraba algo extrañada a su alrededor. La gente que caminaba en
la calle usaba ropas de variados colores, mientras que su madre
vestía un largo vestido negro que la tapaba desde el cuello hasta
los tobillos. Muchas de las mujeres andaban con pelo corto o
medianamente largo, y de distintos colores; el de su madre llegaba
hasta su cintura, y era tan negro como su vestido. La gente en la
calle corría o caminaba extremadamente rápido; ella y su madre
mientras tanto, caminaban con toda calma. La gente en la calle
gritaba o vociferaba; ella y su madre caminaban en absoluto silencio.
La
niña seguía disfrutando su helado; en ese momento vio que toda la
gente corría en contra del sentido en que ellas caminaban,
empujándolas mientras su madre mantenía su mano asida firmemente.
De pronto apareció un hombre alto con una cosa brillante en su mano;
la mujer miró a los ojos a su hija y le sonrió. Un segundo después
la niña vio cómo el objeto brillante pasaba por el cuello de su
madre, y sintió que la mano que la asía se soltaba, siendo de
inmediato tomada por la mano del hombre alto, quien siguió caminando
con la niña de la mano. La niña se dio vuelta y vio el cuerpo de su
madre tirado en el suelo; su cabeza parecía no estar en su lugar.
Las gotas de helado se confundían con las gotas de sangre de la
bruja que se dejó decapitar por el guerrero que se haría cargo
desde ese instante de su hija. El alma de la mujer miraba complacida
al saber que había cortado la maldición de hacía un par de
milenios de su casta; la niña se dio vuelta por última vez y se
despidió de ella con su mano, luego de haber terminado su helado.