Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

sábado, junio 18, 2022

Cielo

 Joaquín miraba el cielo por la ventana de su oficina. Pese a que el edificio sólo le dejaba ver algunos centímetros de cielo, ello le bastaba para calmar su inquieta alma, que siempre parecía estar buscando algo más allá de lo que tenía o de lo que era. Cada vez que alguien le preguntaba qué era siempre respondía lo mismo: persona. Pero había momentos en que parecía querer ser más persona que de costumbre. Esa mañana el cielo estaba algo brumoso, haciendo que los rayos del sol pasaran distorsionados a ojos de todo el mundo, pero en especial a los suyos.

Joaquín miraba distraído la pantalla de su computador. El cielo llamaba demasiado su atención, pese a ser la típica imagen brumosa de mediados del otoño; sin embargo para él el infinito parecía tener un significado distinto, como si la eternidad quisiera decirle algo a través de su visión. De pronto Joaquín recordó que vivía en un mundo material, y que si no hacía adecuadamente su trabajo terminaría el mes desempleado y sin medios para seguir viviendo y pensando en su tiempo libre en el cielo; y definitivamente su mente le recordó que ese no era su tiempo libre.

Joaquín revisaba con detención su correo institucional, pues había un mail que debería haber llegado hace días y que no aparecía por ninguna parte. Luego de revisar todas las carpetas se convenció que el remitente no lo había enviado, y procedió a escribirle otro correo recordándole la necesidad de la información que debería enviar. En ese momento el cielo de Joaquín pareció cambiar de color, distrayéndolo de sus obligaciones nuevamente; el hombre se obligó a terminar el correo antes de dejar de lado todo para mirar el cielo a través de su ventana. Después de mirar cerca de cinco minutos, se convenció que nada había cambiado.

A la hora del almuerzo Joaquín estaba demasiado inquieto, pues desde la ventana del casino la visión del cielo era la misma que desde su oficina. El hombre se dio cuenta que necesitaba ver el firmamento en toda su inmensidad, aunque ella fuera sólo la que quedaba por sobre las edificaciones de la ciudad. Joaquín salió del edificio; al llegar a la calle descubrió que algo extraño estaba pasando. El cielo llegaba sólo hasta la línea imaginaria de las ventanas de su lugar de trabajo; bajo ella y sobre ella la negrura invadía el todo, dejándole apenas un cinturón de cielo para ver. Joaquín tomó aire profundamente, y se sentó en la escalinata del edificio donde trabajaba a contemplar su cielo.