Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

sábado, junio 04, 2022

Sonido

 El muchacho caminaba por la calle escuchando música en un viejo walkman heredado de su padre. El joven era un amante de la música, cosa que había heredado de su familia; en su hogar había varios equipos de sonido, reproductores de vinilos, de cartuchos de ocho pistas, de cassetes y de cedés, reproductores de blueray, aparte de amplificadores varios y sistemas de parlantes. Desde pequeño su padre le enseñó que el sonido digital era un sonido comprimido de mala calidad, y el joven con los años aprendió a distinguir la calidad de sonido de cada reproductor. Ahora estaba cursando su primer año de ingeniería de sonido, y prefería andar cargado de cassetes antes de sucumbir al básico sonido digital.

El muchacho había desarrollado con el tiempo la capacidad para distinguir muy bien los sonidos que lo rodeaban; tal como era capaz de diferenciar cada instrumento en una grabación de una orquesta, era capaz de distinguir cada sirena de vehículos de emergencia, sabiendo desde dónde venían y hasta dónde se dirigían. A veces en la biblioteca escuchaba los cuchicheos de pasillo como si la gente hablara a volumen normal: su capacidad de discriminación de sonidos era casi única, y el joven lo aprovechaba para sus gustos musicales y para su vida diaria.

Esa tarde el joven había salido algo más tarde de clases, por lo que ya estaba oscureciendo y la temperatura ambiente estaba bajando levemente. El muchacho iba a tranco rápido avanzando hacia el paradero, mientras escuchaba en su walkman música de los años setentas. De pronto el muchacho empezó a escuchar un tictac como de aquellos viejos relojes analógicos de cuerda, por lo que de inmediato sospechó que algo andaba mal con el mecanismo del reproductor de sonido. El muchacho se sacó los audífonos: en ese instante notó que el leve sonido no venía del reproductor, sino del ambiente. El joven cerró los ojos para intentar identificar el foco de origen del sonido: dos minutos más tarde el joven tenía claro que el sonido venía desde el pavimento.

El muchacho estaba algo extrañado, pues no había motivo alguno para que hubiera un tictac bajo el pavimento. De pronto el joven vio a cinco metros de donde estaba una tapa como de alcantarilla abierta por donde asomaba el extremo de una escalera. El joven se acercó y miró por el agujero: no se veía a nadie en el túnel donde estaba apoyada la base de la escalera, por lo que decidió bajar a investigar. La escalera era bastante más larga de lo que creía, y se balanceaba mucho con su peso, por lo que empezó a bajar más lento para no sufrir algún accidente. El túnel estaba oscuro, por lo que el muchacho encendió la linterna de su teléfono celular para empezar a avanzar: en ese lugar el tictac era cada vez más fuerte, y ya parecía haber identificado desde dónde venía.

El joven avanzó cerca de diez metros, y llegó a una escalinata con barandas; al notar que el sonido venía desde ese lugar decidió bajar a ver qué descubría. Al llegar al nuevo túnel se dio cuenta que el sonido era más fuerte, y nuevamente identificó desde dónde sonaba más fuerte.

Veinte minutos más tarde, y luego de bajar siete escaleras a lo largo de ocho túneles, el sonido había aumentado notoriamente. El muchacho no sabía a qué profundidad se encontraba, pero sabía que estaba más cerca del origen del sonido. De pronto el muchacho escuchó un sonido muy tenue, como de pasos: dos segundos más tarde una explosión fue lo último que escuchó en vida. El guardia tocó el cuerpo del muchacho para asegurarse que estuviera muerto, luego de lo cual guardó su arma y dio aviso por radio. Pese a no ser asunto suyo, le llamaba la atención que alguien desde la superficie hubiera sido capaz de escuchar el funcionamiento de los engranajes que mantenían balanceada la superficie de la tierra hueca. Antes de irse recogió el walkman, limpió la sangre y se colocó los audífonos, y empezó a escuchar con curiosidad la música de la superficie del planeta.