Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

sábado, julio 16, 2022

Enojo

 El hombre miraba con odio a toda la gente que pasaba cerca de él. Esa mañana se había despertado irritado sin causa aparente, y sentía que necesitaba descargar su ira de alguna manera; sin embargo entendía que nadie era culpable de su incomprensible enojo, y que debería tratar de calmarse para no meterse en dificultades. El hombre caminaba por la calle tratando de evitar el contacto con cualquiera que lo pudiera irritar, pero esa mañana parecía estar preparada para hacerlo reventar, pues al menos seis personas le habían estrellado el hombro mientras caminaban, sin siquiera hacer el intento de disculparse.

El hombre se detuvo en una esquina con el semáforo en rojo y se puso a esperar el cambio de luz para cruzar la calle. De pronto sintió que alguien tiraba de su pantalón: al mirar se dio cuenta que una pequeña de no más de cuatro años lo tironeaba con todas sus fuerzas, sin que pareciera ir acompañada de algún adulto. El hombre miró a toda la gente que estaba parada en la esquina y nadie parecía reconocer a la pequeña: de pronto la luz cambió, toda la gente parada en la esquina cruzó la calle, y el hombre fue arrastrado por la masa hasta la acera del frente. Al llegar a la otra esquina, la pequeña seguía tirando de su pantalón.

El hombre quiso desentenderse de la pequeña, con suavidad tomó sus manos y las separó de su pantalón, para luego empezar a caminar a gran velocidad alejándose de la niña, a quien veía achicarse cada vez más mientras avanzaba raudo por la calle. Al llegar a la siguiente esquina nuevamente había un semáforo en rojo; al detenerse, sintió nuevamente el tirón en su pantalón. Al bajar la mirada descubrió a la pequeña tomada de sus ropas.

El hombre caminaba por la calle ya sin enojo; había descubierto la causa de su despertar irritado, y también la solución de dicha rabia. Esa mañana se cumplía otro aniversario de la muerte de su pequeña hija, quien veinte años atrás se había soltado de su mano, había cruzado corriendo la calle siendo atropellada por un bus que cobró si vida en el instante. El hombre comprendía que el recuerdo de su hija lo acompañaba esa mañana para hacerle entender que nada había sido su culpa, sino un simple accidente. Lo que el hombre no sabía era que el alma de su hija lo acompañaba esa mañana pues había llegado la hora de su partida, y por fin podría cobrar venganza por su prematura muerte causada por la irresponsabilidad de su padre. El hombre miró el rostro de su pequeña hija y descubrió en ella una expresión de odio; el hombre se desentendió de todo y cruzó la calle sin ver el semáforo en rojo y el camión blindado que pasaba a toda velocidad en ese momento por la concurrida avenida. Tres segundos después, una sonrisa llenaba el rostro del alma de su hija.