El
guitarrista intentaba encontrar el acorde perfecto para la letra que
había llevado al ensayo el baterista de la banda. Esa tarde el
músico parecía tener un bloqueo creativo, por lo que no dudó en
pedirle ayuda al resto de la banda. En no más de diez minutos ya
habían logrado crear una estructura armónica para la canción, que
de hecho sonaba bastante bien a los oídos del guitarrista, pero no
era perfecta. Al terminar el ensayo un par de horas después, el
guitarrista decidió quedarse para estudiar con mayor detención el
tema y encontrar los ajustes necesarios a la base armónica para que
sonara como él quería.
Tres
horas más tarde el guitarrista seguía probando variaciones de los
acordes sugeridos por el resto de la banda. Algunos sonaban mejor que
los originales, pero distaban mucho del resultado que esperaba el
músico. Finalmente el hombre se rindió y decidió irse a su casa a
descansar, pues debía volver al trabajo como todos los días; en ese
instante se dio cuenta que no tenía las llaves del estudio. Luego de
llamar a sus compañeros se dio cuenta que las llaves se las había
llevado el bajista, quien vivía demasiado lejos del lugar. Sin más
alternativa, decidió quedarse esa noche en el estudio hasta que a la
mañana siguiente llegara el bajista con las llaves para cerrar la
sala y dejar todos instrumentos lejos de las manos de los amigos de
lo ajeno.
A
las dos de la mañana el guitarrista se despertó extrañado: estaba
escuchando la misma canción que estuvo trabajando, pero ahora sonaba
perfecta a sus oídos. El hombre se dirigió al foco del sonido,
llegando al estudio de grabación. Al mirar por el vidrio vio una
imagen incomprensible: un cuarteto de batería, contrabajo y dos
guitarras antiguas, de músicos negros vestidos a la usanza de
principios del siglo XX. El guitarrista no entendía cómo habían
entrado al estudio; sin embargo al notar la perfección del sonido
decidió anotar en tablaturas los acordes interpretados por los
músicos antes de averiguar qué estaba pasando. Luego de escribir
todo encendió las luces de la sala de grabación, la que se
encontraba completamente vacía y en silencio.
Al
siguiente ensayo el guitarrista presentó la nueva armonía a la
banda: sus compañeros quedaron maravillados por el resultado. Ese
mismo día el bajista había llevado otra letra para ensayar, por lo
que luego de empezar a armar las bases de la composición en curso,
empezaron a intentar crear la armonía del nuevo tema. El guitarrista
no intervino, y al terminar el ensayo les dijo a sus compañeros que
esa noche se quedaría nuevamente en el estudio. Los músicos se
despidieron del guitarrista quien se dispuso a esperar la reaparición
de la banda de músicos negros con los acordes perfeccionados del
nuevo tema. Esa noche el demonio volvería con su banda de músicos
infernales para ahora reclamar el alma del guitarrista, tal como un
par de siglos antes lo había hecho con Paganini, quien sí lo hizo
conscientemente.