Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

domingo, agosto 07, 2022

Admirador

 La vieja mujer miraba el cielo por la ventana de su oficina mientras revisaba los correos electrónicos enviados por los clientes de la empresa para la que trabajaba. Viuda, con un hijo adulto que también estaba casado y le había dado un par de nietos, había postergado su jubilación ya por varios años pues no sentía que valiera la pena terminar sus días en su viejo departamento o peor aún, en algún hogar de ancianos. Así se mantenía activa física e intelectualmente y no le daba pie a su mente para empezar a vivir de recuerdos de un pasado que no le molestaba pero que tampoco le interesaba revivir a cada rato.

Esa mañana la mujer se había encontrado con una incómoda sorpresa al llegar a su trabajo. En su escritorio había un ramo de rosas con una tarjeta con su nombre pero sin identificación. Sus compañeras de in mediato empezaron a elucubrar quién era el admirador secreto de la mujer, quien sin pensarlo mucho botó el ramo a la basura para empezar a trabajar lo antes posible. A la hora de almuerzo un hombre añoso que no era de su trabajo pero que por algún extraño motivo le parecía cara conocida le pidió permiso para sentarse en su mesa y almorzar con ella. La mujer lo rechazó y siguió almorzando sola.

A partir de ese día todos los días el hombre aparecía a la hora de almuerzo a pedirle permiso para comer con ella. Al tercer día la mujer se dio por vencida y aceptó que el hombre almorzara a su lado. La mujer se dio cuenta que el anciano parecía estar interesado seriamente en ella, por lo que decidió darle una pequeña oportunidad. Así, la mujer empezó a almorzar todos los días con el desconocido admirador que parecía haber aparecido de la nada.

Dos semanas después, al llegar a su casa estaba su hijo con cara de tristeza esperándola en la puerta de su casa, acompañada de tres hombres más. La mujer había pensado invitar ese fin de semana a su hijo para que conociera a su admirador. La mujer invitó a pasar a su hijo y a sus acompañantes: la noticia que el joven le traía era casi incomprensible. Sus compañeras de trabajo lo habían contactado para contarle que hacía ya dos semanas había botado un puñado de lápices a la basura de la nada, y que había empezado a almorzar sola, y a hablarle a la silla vacía al lado de la suya. El joven había consultado a un siquiatra quien le sugirió internarla. La mujer miraba sorprendida la situación: al fondo del living estaba el admirador de la mujer en silencio, mientras el hijo ayudaba a la mujer a hacer un bolso para llevarla a internar. La mujer aún no era capaz de reconocer al anciano, quien no era otro que su marido muerto, quien había aparecido para acompañar a su esposa en el último tramo de su vida, para hacer más llevadero el paso al más allá.