La
mujer pedaleaba desnuda por las calles de su sector. A la mujer le
encantaba andar en bicicleta y sentir el viento en su piel. Pero lo
que más le gustaba era saberse mirada: el hecho que de todas partes
nacieran miradas que se posaban sobre ella era el mayor aliciente
para seguir pedaleando día tras día sin cansancio. Así, cada la
mañana la mujer salía desnuda, montaba su bicicleta y esperaba las
reacciones a su paso, que eran de todo tipo menos de indiferencia.
Su
pedaleo partía por su sector, donde gente de más o menos su edad la
veía pasar, en un principio con sorpresa, ya con el paso del tiempo
con algo más de naturalidad, aunque siempre con curiosidad y algo de
morbo. En general las mujeres la miraban para destacar sus defectos
físicos; algunas más jóvenes se fijaban más en su valentía y su
falta de pudor. Las mujeres más antiguas la miraban de reojo pues
lucir en cuerpo en público era pecado a los ojos de su dios. En
cambio los hombres la miraban para simplemente ver un cuerpo desnudo
aunque fuera a la distancia, pues de hecho ninguno se atrevía
siquiera a acercarse ni menos dirigirle la palabra.
Luego
la mujer pasaba por donde estaban los niños, quienes la veían desde
su prisma de inocencia. Tanto niños como niñas se tapaban a medias
los ojos para entrever a la extraña mujer que se paseaba en
bicicleta sin ropa frente a ellos; muchos de hecho echaban de menos
sus propias bicicletas, pero ninguno se hubiera atrevido a hacer lo
de la señora. Los menores de dos años miraban a la mujer con hambre
al ver sus mamas al aire, y esperaban que se detuviera para
alimentarlos.
Finalmente,
y antes de volver a su lugar de origen, la mujer pedaleaba en el
sector más antiguo. Ahí, tanto hombres como mujeres la miraban con
reprobación, considerando el pedaleo como un espectáculo sin
sentido, de mal gusto, y completamente dentro del ámbito de las
costumbres reprobables dentro de cualquier lugar. Muchos inclusive
intentaban en vano detenerla para terminar con tamaño espectáculo,
pero ninguno lograba siquiera alcanzarla.
Esa
tarde se demoró un poco más en volver, encontrándose con un grupo
de visitantes que venían al menos una vez al mes a escuchar
historias de fantasmas en el cementerio. En ese instante el guía
estaba justo frente a su tumba, contando que cincuenta años atrás
estando en vida decidió salir a pedalear completamente desnuda en su
bicicleta, muriendo atropellada por un camión que no logró
detenerse mientras ella cruzaba con luz roja en un semáforo. La
mujer se aburrió de escuchar nuevamente su historia, y se desvaneció
frente a su tumba para despertar al día siguiente a volver a llamar
la atención de todos los muertos del cementerio.