Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

sábado, octubre 08, 2022

Imaginacion

 El hombre intentaba hilar un par de frases coherentes en el informe que le había solicitado su jefe aquella mañana. El funcionario llevaba más de diez años haciendo ese trabajo, y ya estaba acostumbrado a hacer informes a la rápida para su jefatura. Sin embargo esa mañana las ideas parecían huir de su cerebro hacia el infinito, manteniendo la página del editor de texto en blanco por más tiempo de lo que el hombre podía soportar. La ansiedad empezaba a hacer mella en su ánimo, y su secreto empezaba a pujar por darse a conocer en su lugar de trabajo.

Dos horas más tarde el hombre estaba desesperado, pues no lograba escribir nada lógico respecto de lo solicitado por su jefatura. La pantalla del computador seguía en blanco, y su mente estaba cada vez más descontrolada En ese instante su jefe entró en su oficina: sin ninguna actitud prepotente ni agresiva saludó al hombre y le preguntó en qué pie iba el informe solicitado. El hombre miró a su jefe y sin mediar provocación tomó el abrecartas metálico que tenía en el escritorio y lo clavó en el cuello de su empleador, provocándole un violento sangrado que acabó con su vida en pocos segundos.

Un minuto más tarde apareció una de las secretarias, que al ver el cuerpo inerte de su jefe intentó gritar de espanto; sin embargo, una herida similar a la del cadáver ahogó su grito y su vida. El hombre miraba cómo su alfombra cubrepisos se oscurecía con la sangre que manaba abundantemente de los cuellos de sus víctimas.

Quince minutos más tarde dos ejecutivos se acercaron a la oficina al no ver aparecer al jefe por todo ese tiempo. Al entrar, el hombre golpeó en la sien a uno de ellos con un pesado cenicero metálico, y al otro lo golpeó en la nuca; una vez estuvieron los dos en el piso, los acometió con el abrecartas en el cuello a ambos. La señora del aseo alcanzó a ver lo que sucedía, y en vez de gritar llamó de inmediato a seguridad del edificio, quienes subieron y luego de un breve forcejeo lograron controlar al hombre, que gritaba como enajenado.

El hombre había por fin terminado de escribir el informe. Como era su costumbre, acostumbraba imaginar una situación de homicidios múltiples para estimular su cerebro a terminar el trabajo a tiempo. Al entrar su jefe a su oficina para preguntarle el estado del texto, el hombre miró la pantalla y acarició en silencio el mango del abrecartas.