El
hombre se mostraba molesto al ver la pantalla de su celular. En la
aplicación de correos proliferaban las ofertas de créditos que
jamás había necesitado ni pedido en decenas de bancos en los cuales
no tenía cuentas, que ocupaban memoria y le hacían perder tiempo en
eliminarlos. Si bien era cierto había pasado a muchos de ellos a la
carpeta de spam, seguían llegando invitaciones a endeudarse
libremente en cualquier minuto del día o de la noche, con
direcciones de correos cada vez más extrañas.
Esa
mañana se había decidido a eliminar a todas las cuentas que le
enviaban ofertas, por lo que en el horario en que el resto del
personal tomaba café, se encerró en su oficina con su taza y empezó
a enviar todas las cuentas que encontraba con ofertas a la carpeta de
spam. De pronto apareció un correo que venía sin asunto; el hombre
lo abrió esperando otra oferta de banco. Sin embargo al abrir el
mail se encontró con una simple cuenta regresiva en horas, minutos y
segundos, que terminaba ese mismo día a la hora de salida del
trabajo, sin ningún mensaje en ningún idioma. El hombre simplemente
lo vio, y lo agregó de inmediato a la misma carpeta de las ofertas
bancarias.
Cerca
de mediodía su teléfono vibró, señal de la recepción de un nuevo
correo. Al abrirlo, el hombre se encontró nuevamente con la cuenta
regresiva. Extrañado, volvió a eliminar el correo; sin embargo al
terminar de hacerlo le llegó otro más con la misma cuanta
regresiva. Luego del quinto borrado, entendió que estaba cayendo en
un loop, por lo que simplemente lo dejó como leído en su bandeja de
entrada, volviendo a sus obligaciones.
Faltando
una hora para la hora de salida, su teléfono volvió a vibrar; en la
bandeja de entrada no había nada nuevo, sino simplemente la cuenta
regresiva avisó que faltaba una hora para el término. El hombre
estaba molesto pero a la vez sorprendido con el correo, pues se
notaba que el programador se había esmerado en hacer una suerte de
correo y aplicación capaz de mantener la atención del usuario. El
hombre entendió que era una campaña publicitaria que se lanzaría a
la hora de salida del trabajo; simplemente decidió seguir en sus
labores hasta que el correo enviara el mensaje al terminar la cuenta
regresiva.
Un
minuto antes de la hora de salida el hombre ya estaba en la fila del
reloj control para marcar el término de su jornada; en ese momento
volvió a vibrar su teléfono, probablemente indicándole el inicio
de la campaña publicitaria. Treinta segundos más tarde sacó el
teléfono de su bolsillo para ver en qué consistía el anuncio: una
mueca de estupor se apoderó de su rostro. El teléfono había
vibrado varias veces enviándole mensajes que decían que le quedaba
cierto tiempo para ingresar el segundo nombre de su madre, para
evitar el colapso del planeta. El hombre no entendía esa extraña
campaña publicitaria; sin embargo, y sólo por precaución, decidió
ingresar al dato solicitado. Cuando estaba listo para apretar el
botón enviar, el plazo se acabó. Al segundo siguiente su alma, con
todas las demás del resto del planeta, flotaban libres en medio de
la nada, esperando pasar al más allá: la suya en particular debería
dar bastantes explicaciones a la entidad superior que le envió los
mensajes para evitar lo que ya había sucedido.