Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

domingo, abril 23, 2023

Delirio

 Nueve de la mañana. Nuevamente ese día no había ido a trabajar; la mujer ya sabía que la despedirían por las ausencias repetidas sin justificación médica, pero ya estaba aburrida de pedir horas médicas para mentir y conseguir licencias para justificar su adicción. La noche anterior había empezado a beber cerca de las once de la noche, y había amanecido bebiendo; de hecho ya estaba abriendo su quinta botella de a litro de cerveza, a sabiendas que no le duraría más allá de las once de la mañana, lo que la obligaría a vestirse para ir comprar más cervezas para seguir bebiendo hasta que su cuerpo dijera basta, cosa que en general sucedía a la novena botella.

La mujer venía de una familia de bebedores. Había crecido viendo a sus padres permanentemente ebrios, y ellos le empezaron a dar alcohol a los seis años, por lo que su vida había girado en torno a la bebida desde que tenía uso de razón. Para ella era normal estar ebria, y cuando no lo estaba su cerebro la presionaba para empezar a beber lo antes posible. A las once de la mañana terminó su última botella de cerveza, por lo que tomó su billetera y salió de casa a comprar más botellas. La mujer no entendía por qué los transeúntes la miraban tanto en su trayecto: cuando se dio cuenta que andaba vestida sólo con sostén y calzón ya estaba llegando a la botillería, por lo que simplemente entró a comprar tal como iba sin preocuparse mayormente.

De vuelta a su casa llevaba una bolsa con siete botellas de a litro de cerveza. En el camino se cruzó con un barrendero, un pordiosero y un policía que la manosearon a vista y paciencia de todos; la mujer no reaccionó, pues sabía que era su delirio secundario al consumo. Al llegar a la esquina de su casa se encontró de frente con un enorme perro de color verde, que también era parte de su delirio. La mujer se agachó a acariciar al perro y siguió su marcha.

Cuando estaba a un par de metros de su casa se detuvo un vehículo y se bajó un hombre quien la tomó por la cintura para secuestrarla. La mujer no reaccionó, pues creía que era otra parte más de su delirio: cuando escuchó los gritos de una añosa mujer, se dio cuenta que de verdad la estaban secuestrando. En ese instante el secuestrado dio un grito desgarrador de dolor, soltando a la mujer. Al caer al suelo, vio cómo el perro verde estaba mordiendo salvajemente al secuestrador, quien a duras penas logró subir al vehículo y huir con su compañero. La mujer no podía entender cómo el perro de su delirio la había defendido de un peligro de la vida real. Mientras veía al vehículo huir y al perro desvanecerse en el aire, a los transeúntes acercarse a ella para ayudarla a ponerse de pie y revisar que nada le hubiera sucedido, pudo tranquilizarse: con todo el embrollo no se le había quebrado ninguna botella.