Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

domingo, mayo 21, 2023

Hora

El barrendero miraba a cada rato la hora. Su turno de trabajo había empezado hacía no más de cincuenta minutos, pero extrañamente ese día sentía la necesidad da saber el transcurso del tiempo exacto a cada momento. Nunca en sus treinta y tres años de vida había necesitado saber la hora exacta, pero esa mañana algo le decía que debía estar pendiente del instante que estaba viviendo.

A la mitad de su turno ya le era casi imposible trabajar, pues cada pocos segundos levantaba su brazo izquierdo para mirar su reloj. Su compañera de trabajo, una señora añosa, lo miraba con curiosidad tratando de entender lo que le pasaba a su colega; de hecho a la hora de almuerzo le preguntó si tenía hora al médico, algún trámite pendiente, o si ese día vería a alguna amante a la salida del trabajo, preguntas a las que respondió con un no rotundo. De hecho el hombre le comentó a su colega que ni él entendía su actitud de esa jornada, y que probablemente ahora sí pediría hora con un médico para entender lo que le estaba pasando. Una vez que ambos volvieron a su trabajo el hombre empeoró en su obsesión. De pronto se escuchó un bocinazo y un rechinar de neumáticos: instintivamente el hombre saltó hacia su derecha, y un segundo después un vehículo pasó literalmente volando a su lado, para luego caer pesadamente al parque que estaba regando.

Media hora más tarde la zona estaba acordonada por carabineros. Bomberos había logrado sacar al conductor con vida, y la ambulancia ya lo había trasladado al hospital mas cercano. El policía a cargo del procedimiento le dijo que probablemente la vida le estaba avisando del accidente, y era por eso que estaba mirando la hora a cada rato. De hecho luego de sucedido el accidente la obsesión del hombre había pasado, y ya no estaba levantando su brazo izquierdo. Minutos más tarde apareció el jefe de aseo de la comuna a decirle que si se sentía mal podía irse a su domicilio más temprano, lo que el hombre agradeció pero refirió no necesitar, pues se sentía completamente bien. Todo había pasado, y su vida había vuelto a la normalidad.

El barrendero seguía con su trabajo. De pronto volvió a sentir la necesidad de mirar la hora pero se abstuvo; en ese momento sintió una puntada aguda en su espalda que llegó a su pecho, y a los pocos segundos empezó a costarle respirar. Una mujer que caminaba por la calle lo miró y gritó angustiada: el barrendero miró su pecho y vio una mancha roja que crecía a cada instante. Diez segundos más tarde caía al suelo sin signos vitales luego de recibir un disparo por la espalda de un asaltante al que le había escapado un tiro en su acción. Su alma quedó al lado de su cuerpo tratando de entender por qué n había aceptado la oferta de su jefe, pues entendía que era esa la hora que esperaba y no la del accidente. Su decisión había traído consecuencias irreversibles, y ahora no quedaba más que asumir los costos en el más allá.