El
conductor del bus estaba desesperado por sacar su teléfono y empezar
a comunicarse por cualquier vía electrónica posible. Desde la
aparición de las redes sociales y la incorporación a los teléfonos
móviles, el hombre se había hecho dependiente de la comunicación a
distancia. Al principio tenía de contactos a sus compañeros de
trabajo y familiares; lentamente se empezaron a incorporar amigos de
sus contactos, luego amigos de esos amigos, y a esta altura del
partido el hombre tenía contactos de todas partes del mundo. El
conductor se dedicaba a saludar cada cumpleaños, aniversario,
deceso, fiesta, o cualquier cosa que sus contactos publicaran, y ya
le estaban empezando a faltar horas en el día para mantenerse
comunicado con todos sus contactos. Las redes lo habían absorbido, y
ya no sabía cómo ponerle freno a dicha situación.
Esa
mañana el hombre iba haciendo su recorrido de costumbre, y llevaba
el teléfono en el volante del bus. Ya varios pasajeros le habían
hecho notar lo ilegal y peligroso de dicha situación; sin embargo el
conductor simplemente los ignoraba y seguía manejando y chateando.
Ya había hecho lo mismo en otras ocasiones, y nunca había tenido
algún accidente o siquiera alguna dificultad al volante: el hombre
llevaba más de treinta años en el oficio, por lo que una pequeña
pantalla no era suficiente para distraerlo de su entrenada atención.
Una
tenue alarma sonó en la pantalla, avisando el inicio de una
transmisión en vivo. El conductor se conectó al video sin dejar de
ver la calle delante de él; al mirar la pantalla se dio cuenta que
alguno de sus contactos iba en su bus transmitiendo el viaje, pues
reconoció algunos autoadhesivos pegados en las paredes del bus por
algún pasajero, y que nunca se dio el tiempo de sacar. De hecho en
un momento quien transmitía lo enfocó con la cámara, y pudo ver en
su pantalla su nuca y su escasa cabellera entrecana. También se dio
cuenta de lo que su esposa le reclamaba día tras día y que hasta
ese momento no había logrado asumir: estaba demasiado obeso, y
debería hacer algo para solucionar dicho problema, en algún momento
de su vida.
El
conductor miraba con curiosidad el video; de pronto se dio cuenta que
el reloj del teléfono que transmitía estaba malo, pues aparecía
con diez segundos de adelanto respecto del suyo. En ese instante vio
en la pantalla cómo el teléfono caía y el bus parecía dar vueltas
sobre su eje; el conductor miró hacia atrás pues no entendía lo
que sucedía. Al girar, el teléfono cayó del volante y aterrizó
bajo el pedal del freno: al volver a mirar la calle el conductor vio
delante de él un camión con un container que cambió de pista sin
señalizar. Al pisar el freno éste se trabó con el teléfono,
chocando con el camión y volcando su bus en repetidas vueltas de
campana. En el piso del bus se veía en la pantalla cómo una plancha
de acero hacía las veces de hoja de guillotina cortándole la
cabeza. Diez segundos más tarde todo había terminado.