Las
voces asolaban la cabeza del estudiante. En la sala de clases el
muchacho intentaba concentrarse en lo que el profesor decía, pero
varias voces en su cabeza le hablaban a la vez impidiéndole
concentrarse en las materias que se dictaban. Lo que para él era lo
peor, es que las voces en su cabeza le impedían escuchar a sus
compañeros, lo que podría ser mucho más notorio que no escuchar al
profesor. El muchacho estaba empezando a desesperarse, y hacía todo
lo posible para que ello no se notara en sus acciones.
A
la hora del recreo el muchacho se arrinconó en el patio para que
nadie le hablara. Las voces en su cabeza parecían hablar cada vez
más fuerte, y casi le impedían escuchar el barullo de los cientos
de estudiantes en el patio del colegio. De pronto el muchacho vio
cómo una muchacha, a la que todos apodaban como la “rara”, se le
acercaba; el joven palideció, esperando que no se dirigiera a él,
pues no sabía si sería capaz de escucharla. La muchacha se paró
frente a él y le preguntó en voz alta qué le pasaba; el muchacho
le murmuró lo de las voces. La joven lo miró, y antes de dar la
vuelta e irse hacia otro lado le preguntó nuevamente en voz alta
qué era lo que le decían; en ese momento el joven se dio cuenta que
no había prestado atención al mensaje, pues al ser tantas voces, de
buenas a primera no era capaz de discriminar lo que cada voz decía.
El
recreo había terminado. El joven estaba encerrado en el baño. Al
concentrarse en las voces se dio cuenta que todas decían lo mismo
pero a distinto tiempo, como un coro cantando un canon pero a
destiempo. Luego de algunos minutos fue capaz de entender el mensaje:
las voces le decían que matara a la muchacha que le había hablado
en el recreo. El joven incrédulo se dirigió a la sala de clases; al
sentarse las voces aumentaron el volumen y se hicieron sentir a coro,
a tal nivel que el muchacho sólo lograba ver al profesor moviendo
los labios, sin ser capaz de escuchar nada.
A
la hora del segundo recreo el muchacho estaba desesperado, pues las
voces literalmente gritaban en su cabeza, dejándolo completamente
descontrolado. De pronto la muchacha del recreo anterior se dirigió
hacia él; el joven al verla se dirigió raudo al baño, pues sabía
que no sería capaz de escucharla, aparte de no saber cómo
explicarle lo del mensaje. Un minuto más tarde el muchacho había
entrado a uno de los baños; en ese momento vio que la puerta se
abría delante de él: era la muchacha que lo había seguido hasta el
baño. Las voces arreciaban de modo tal en su cabeza que casi sin
pensarlo puso sus dos manos en el cuello de la joven y empezó a
apretar con todas sus fuerzas: dos minutos más tarde las voces se
callaron, tal como la vida de la “rara”. Treinta segundos después
el joven salió del baño gritando a los cuatro vientos lo que había
hecho. Al lado de él estaba el alma de la joven, quien había
logrado su objetivo: por medio de telepatía había entrado a la
mente del joven para darle el mensaje, y así lograr morir sin
necesidad de suicidarse y tener que pagar el precio por dicho pecado.
Ahora el precio lo pagaría el muchacho por su asesinato, cosa que
siempre la había tenido sin cuidado.