La
muchacha estaba nuevamente de pie, desnuda en una consulta médica,
una de las decenas que había visitado con su madre esos últimos
cinco años. La muchacha era extremadamente delgada, uno de los
últimos profesionales que la vio le dijo en son de broma que no le
faltaban veinte kilos de peso sino que le sobraban quince centímetros
de estatura: La muchacha y su familia ya estaban cansados de
deambular entre profesionales sin obtener una respuesta lógica y
convincente.
La
muchacha venía de una familia normal, nadie obeso ni menos delgado.
La muchacha tenía un apetito normal, comía todas sus comidas sin
hacer asco a ningún alimento: sin embargo desde los doce años,
hacía ya cinco, que su peso había empezado a bajar notoriamente.
Desde ese momento su familia había empezado a peregrinar entre
distintos pediatras para encontrar la causa de la baja de peso de la
joven, quien sin embargo estaba llena de fuerzas y ánimo, y no
dejaba nunca de hacer todas las actividades exigidas por su colegio y
su familia. La familia había gastado un dineral en hacerle cuanto
examen le era solicitado, sin embargo todos los estudios salían
normales. El último pediatra que la vio, luego de pedir otra vez una
batería completa de exámenes de sangre, orina y deposiciones, y
luego de una evaluación por dos psicólogos, les dio una opinión
que terminó por desconcertarlos: la muchacha tendría esa contextura
física siempre, pues su metabolismo era más rápido que el del resto
de la gente, sin que ningún examen fuera capaz de certificar ello.
Ese
fin de semana había ido de visita una tía abuela de la muchacha, La
anciana, que vivía en la periferia de la ciudad, siempre había sido
catalogada como extraña por su familia, y como bruja por sus
vecinos; sin embargo la mujer ya era bastante añosa, tal vez no le
quedaba tanto tiempo de vida, por lo que se estaba dedicando a
visitar a toda la familia, como una suerte de despedida de sus seres
queridos. La mujer se había apoderado de la cocina de la casa para
poder prepararles una comida especial a todos quienes habitaban dicho
hogar. La muchacha entró a la cocina para sacar del refrigerador una
botella de jugo; en cuanto la anciana la vio dejó de cocinar, tomó
por la muñeca a la muchacha y empezó a llamar a la madre a gritos.
La
familia completa llegó a la cocina, extrañados por la actitud de la
anciana, quien de inmediato preguntó desde cuándo era que la joven
estaba así, sin que nadie le avisara a ella. La madre de la muchacha
y sobrina de la anciana le dijo que desde los doce años; la anciana
la miró casi con odio, empezando a refunfuñar mientras abría su
bolso y sacaba pequeñas bolsitas con lo que parecían ser hierbas
secas. La anciana tomó un mortero de piedra, y sin dejar de reclamar
en voz baja empezó a moler las hierbas, para luego agregar unas
gotas de aceite de cocina; al terminar, untó sus dedos en la pasta y
la colocó en la frente de la muchacha. En ese momento el cuerpo de
la joven empezó a agitarse sin control, hasta que de pronto se
escuchó una voz de hombre gritando de dolor. La muchacha entonces
instintivamente abrió su boca, desde donde empezó a salir una
especie de nube que se ubicó al lado de ella tomando una forma
humanoide bastante obesa: el ser se mantuvo algunos segundos en el
lugar, para luego salir volando a través del piso de la cocina.
Luego de ello la anciana siguió cocinando sin dar explicación
alguna de lo sucedido. A partir de ese día, la joven empezó a
normalizar su peso, como si nada hubiera sucedido en esos cinco años.