Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

domingo, julio 30, 2023

Sombras

 Las sombras acosaban en su oficina al añoso hombre de negocios. El hombre estaba sentado en su sillón frente a la mesa donde tenía su computador encendido; la pantalla mostraba un correo electrónico con varios gráficos a color que querían mostrar la evolución del precio de unas acciones. Sin embargo las sombras que ocupaban el lugar lo distraían y no le permitían concentrarse en su trabajo.

El hombre estaba pensando que todo tenía relación con su edad, que el tiempo estaba pasando y que esas sombras podían ser síntomas iniciales de Alzheimer o tal vez algo peor; sin embargo dos semanas antes había sido visto por un geriatra quien luego de examinarlo y controlarlo con exámenes lo encontró excelente para la edad, y lo citó a control en un año más. Tal vez debería ver a un psiquiatra o a un neurólogo; de hecho su mente supersticiosa le hizo pensar que eventualmente debería consultar con alguna suerte de bruja, vidente o espiritista. En ese momento entró su secretaria a la oficina, y luego de dejar unas carpetas sobre la mesa, levantó su mano diestra y acarició a una de las sombras.

El hombre no lograba entender lo que había sucedido; las sombras no estaban en su mente, pues si así hubiera sido su secretaria no hubiera podido tocar una de ellas. Pese a ello era completamente inverosímil entender la existencia de esas sombras en su oficina, independiente de si alguien las podía tocar o no. El hombre no lograba salir des extraño estado en que encontraba, mezcla de tranquilidad al saber que su mente estaba normal, y de incertidumbre al no entender lo que estaba sucediendo, ni por qué su secretaria había podido tocar a una de ellas. En ese momento el hombre tomó una decisión: si su secretaria pudo tocar a una sin que le pasara nada, él también podía.

La secretaria estaba en silencio trabajando en su computador; de pronto escuchó un grito desgarrador en la oficina de su jefe. La mujer simplemente sonrió y siguió trabajando: las entidades que la mujer había traído desde el infierno la noche anterior habían cumplido con su parte del trato, al dejar que ella las tocara sin hacerle nada, para luego apoderarse del alma de su confiado jefe, que no sabía a qué se enfrentaba. La mujer le entregó un alma a las huestes del infierno: según dictaba el acuerdo, las entidades le entregarían una vida de lujos y desenfreno sin necesidad de entregar su alma al morir. Luego ella se encargaría de pagar lo que hubieran de cobrar en su paso al más allá cuando su nueva vida llegara a su fin.