La
muchacha caminaba bajo el abrasador sol de verano escuchando una
canción que hablaba de la lluvia. La joven vestía de pies a cabeza
de negro, con faldón largo y cuello alto, sin parecer sentirse
afectada por las altas temperaturas. La gente a su alrededor vestía
ropas cortas y livianas y pese a ello sudaban de una manera salvaje;
sin embargo ella, pese a lo abrigada que parecía andar, se notaba
cómoda y tranquila.
La
joven estaba en una esquina esperando a que el semáforo diera luz
verde para seguir su camino. A su lado estaba un matrimonio con una
niña de algo más de tres años, que la miraba con curiosidad. La
pequeña de pronto tiró con suavidad del faldón de la joven, quien
la miró y le sonrió; en ese momento la luz cambió a verde y los
padres de la pequeña siguieron su marcha tironeando a la pequeña
quien siguió con la vista fija en la muchacha, quien también cruzó
la calle pero bastante más lento.
A
la mitad de la cuadra, cuatro perros callejeros vieron a la joven y
empezaron a caminar al lado de ella. La muchacha se acercó a los
animales y a cada uno les dio una suave caricia en sus narices. Los
animales siguieron escoltando a la muchacha, hasta que de pronto
apareció un grupo de jóvenes amantes de los animales con platos con
comida y agua para alimentar a los callejeros; los animales se
quedaron mirando a la muchacha quien continuó su marcha dejando a
los animales alimentarse tranquilos.
Dos
cuadras más adelante, una señora de cabello largo entrecano tenía
un paño en el suelo con amuletos, velas y santitos a la venta. La
muchacha se detuvo con curiosidad a mirar los artículos. La mujer la
miró, y luego miró a su alrededor; de pronto se dio cuenta que su
sospecha era cierta, y de su bolsillo sacó una pequeña bolsita cuyo
contenido parecía ser cenizas o algo de color y consistencia
similar. La mujer lanzó las cenizas hacia la muchacha, quien se
quedó tiesa y empezó a desvanecerse en el aire, mientras su rostro
sonriente parecía iluminarse. La bruja fue capaz de darse cuenta que
la muchacha estaba muerta y no había encontrado su camino, cuando
otra mujer se paró sobre ella y atravesó su imagen sin notarla.
Luego de ayudar al alma extraviada a encontrar su camino al más
allá, la mujer se disculpó con la clienta a la que le llegaron las
cenizas físicas.