Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

domingo, octubre 15, 2023

Ensayo

 El oficinista miraba algo nervioso el reloj en el extremo inferior derecho de la pantalla de su computador. Su jefe le había pedido hacer una especie de ensayo acerca del trabajo del último año, lo que lo tenía bastante complicado: el hombre era experto en hacer informes contables y documentos de corte legal, pero su experiencia como creador de textos era simplemente nula, por lo que no había sido capaz de escribir nada coherente esa mañana. Lo peor de todo era que el plazo de entrega expiraba esa misma tarde, lo que lo tenía sudando frío y con el colon lleno de gases.

La desesperación estaba empezando a adueñarse de su ánimo. El hombre no sabía a qué recurrir para obtener ayuda; justo en ese momento recordó a un viejo conocido del colegio al que de algún extraño modo tenía dentro de sus contactos.Al oficinista no le caía bien pues el tipo decía ser escritor de demonología, lo que era abiertamente contrario a su religión, por lo que lo denostaba y atacaba frecuentemente. Sin embargo, era la única persona que conocía capaz de escribir textos, por lo que no le quedó otra opción que contactarlo.

El escritor escuchó en silencio las súplicas del oficinista, quien se disculpó cerca de veinte veces en la llamada telefónica. El escritor le dijo que no guardaba rencor, y que obviamente lo ayudaría: de hecho le dijo que era capaz de hacer que él mismo escribiera el texto que necesitaba, y que para ello sólo requería repetir unas frases que él le diría por el teléfono. El oficinista no podía creer la suerte que había tenido, y sin pensarlo mucho repitió las extrañas palabras que el escritor le decía por teléfono. Al terminar de repetir las frases el escritor le dijo que estaba listo, y que ya podía empezar a escribir.

Dos minutos luego de cortar la llamada el oficinista escribía febril el ensayo. Las ideas manaban de su cabeza y su única limitante era su velocidad para digitar. Cuando faltaban diez minutos para la hora de término el oficinista envió el correo con su ensayo. Un minuto antes de la hora de salida fue llamado por su jefe quien lo felicitó por la calidad del texto, indicándole que era el mejor ensayo que había leído en su vida, y que probablemente el directorio de la empresa lo dejaría a cargo del área creativa a partir de ese día. En ese momento llegó la hora del término de la jornada: en ese instante el oficinista empezó a sentir un calor gigantesco que lo invadía de los pies s la cabeza. Su jefe se puso bruscamente de pie y retrocedió lo más que pudo, mientras las llamas consumían el cuerpo del oficinista quien se retorcía de dolor mientras su cuerpo se quemaba lentamente. Mientras tanto al otro lado de la ciudad el escritor se regocijaba al saber que el precio del pacto con el diablo que había hecho para lograr su capacidad de escribir ya lo había pagado uno de sus mayores enemigos al recitar el conjuro que él le dictó por teléfono, librándolo de entregar su alma al término de su vida.