Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

lunes, octubre 09, 2023

La anciana estaba terminando de preparar el té para esa tarde de inverno. La señora había sido fanática de ese brebaje desde niña, habiendo heredado el gusto de su madre, quien también lo heredó de su madre, y así por más de trescientos años de tradición familiar. La anciana no tenía una técnica secreta ni tampoco un ritual elaborado: simplemente calentaba agua en una pequeña tetera metálica, vaciaba en el continente hojas de té, servía en una taza un poco del concentrado y luego terminaba de llenar con más agua caliente.

Esa fría tarde la lluvia arreciaba como hacía ya tres días de ese extraño invierno en que habían vuelto las lluvias a la ciudad, luego de años de sequía. La mujer cuidaba en la cocina la cocción de las hojas para lograr el sabor de siempre en su preparado. Mientras tanto en el comedor quedó encendido el televisor, donde se anunciaba un extra noticioso. La anciana se dirigió al lugar para ver qué había sucedido: en pantalla apareció el presidente de la república quien, en tono sombrío, habló acerca de la vida, de la patria y de la trascendencia. De pronto la mujer se dio cuenta que ya era hora de apagar la cocina: el tiempo de su té se había cumplido.

La anciana disfrutaba de su té esa tarde. En la taza las dos cucharadas de azúcar le daban el dulzor justo para recordar casi cada taza bebida durante su vida. Su recuerdo viajaba a su niñez, en la época en que las lluvias eran frecuentes y abundantes, en que la vida era más simple, con menos tecnología y algo más de humanidad. La mujer ya no recordaba hacía cuánto tiempo que no veía en persona a sus hijos y nietos, quienes eran fanáticos de las video llamadas. A la mujer no le incomodaban, pero prefería el contacto persona a persona. Justo en ese momento le llegó un mensaje: toda su familia quería hablar con ella.

La anciana colocó el teléfono en una especie de atril por detrás de su taza de té. Mientras bebía su tercera taza vio aparecer en pequeñas pantallas a todos sus hijos y nietos, quienes con cara y voz de pena parecían estar despidiéndose de ella. La mujer no entendía lo que estaba sucediendo pues no recordaba tener alguna enfermedad grave o algo parecido. Al preguntarles su hijo mayor le preguntó si no había visto el extra noticioso. Cuando estaba por responderle escuchó la tetera hirviendo, les avisó a su familia que la esperaran y se dirigió a la cocina a apagar la cocina para seguir preparando más tazas de té. Sus hijos se quedaron en silencio al ver que el cronómetro en reversa colocado en las televisoras llegaba a cero. Cuando la mujer estaba por sentarse frente a la pantalla nuevamente para preguntar qué estaba pasando, una cegadora luz invadió todos los espacios por doquier: las bombas nucleares cayeron por toda la superficie de la tierra, luego que un hacker las activara remotamente sin que nadie pudiera hacer nada para detenerlo.