Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

sábado, octubre 28, 2023

Imaginario

 La pequeña niña jugaba con el aire. Su madre la miraba con curiosidad y algo de preocupación; si bien era cierto no le molestaba que su hija tuviera amigos imaginarios, le incomodaba que no tuviera amigos reales. La niña era poco amistosa, le encantaba jugar pero siempre consigo misma; la pequeña parecía no tener interés por interactuar con niños o niñas de su edad, y se sentía feliz interactuando con sus amigos imaginarios.

Esa tarde la mujer llevó a la pequeña a una plaza con juegos que quedaba cerca de su casa. A la pequeña le encantaba el lugar principalmente por los columpios, y porque tenía espacio suficiente para correr libremente con el perro de la casa, un enorme pastor alemán que hacía las veces de cuidador, caballito y hasta a veces hijo de la pequeña: la paciencia del animal parecía no tener límites con la pequeña. Ello también le daba algo de libertad a la madre, sabiendo que si alguien se acercaba a su hija debería primero confrontar la poderosa mandíbula de su perro. En esos instantes la mujer estaba contestando una llamada telefónica de su madre, por lo que perdió un poco la concentración respecto de su pequeña. La niña la llamaba a viva voz para que la columpiara, mientras el perro la miraba sin saber cómo poder ayudarla; de pronto la mujer se dio cuenta y le avisó a su madre que le cortaría para ir a jugar con su hija. En ese momento la madre vio algo incomprensible: en la espalda de la niña logró notar la huella de un par de manos que impulsaban su cuerpo para que se pudiera columpiar, en momentos en que no había nadie alrededor de su hija.

La mujer intentó calmarse, lentamente se acercó a la niña y se agachó al lado de ella. La mujer le preguntó a la pequeña quién le había impulsado, a lo que la niña contestó que había sido su amigo imaginario, pero que ya no lo necesitaba más porque ella había llegado. La mujer pensó un par de minutos y tuvo una idea: sacó de la mochila de la pequeña un block con hojas en blanco y le pidió a su hija que le dibujara a su amigo imaginario. La pequeña sonrió, detuvo el balanceo del columpio y empezó a dibujar con toda calma. Cinco minutos después la pasó el block a su madre: la mujer, al ver el dibujo, tuvo que contener el grito que deseaba que saliera de su cuerpo a todo pulmón.

La mujer miraba consternada el dibujo. En el papel la pequeña había dibujado una especie de demonio, con pelos, cuernos, barba en punta, manos humanas y patas de cabra. La mujer no sabía qué hacer: justo en ese momento una anciana baja y enjuta se acercó a ella, tomó su mano y la llevó a un banco de la plaza, donde se sentó a su lado. La anciana le explicó que ella era una vidente, y que lo que la niña había dibujado no era un demonio sino una suerte de duende con la forma del dios Pan. Luego de conversar algunos minutos con la madre logró calmarla, para que no se preocupara de llevarla a un psicólogo o peor aún, donde algún sacerdote. Terminada la conversación la mujer se calmó, y se dirigió donde la niña para averiguar más cosas acerca del duende. La intervención de la anciana logró su objetivo: engañar a la madre para permitir que el demonio se apoderara de su alma, lo que iría en completo beneficio para sus necesidades como líder de la entidad demoníaca de bajo rango bajo su mando.