El
escritor había borrado ya el quinto intento de iniciar un nuevo
texto. Esa mañana las musas no se habían acercado a él por lo que
ninguna idea que sintiera como útil había llegado a su procesador
de texto; las frases que había usado para intentar escribir algo
eran simples clichés adornados que no terminarían en ningún texto
digno de ser leído ni tampoco publicado. Su cerebro estaba seco de
ideas, y no sabía qué hacer para volver a empaparlo.
A
mediodía el escritor decidió salir a caminar por el barrio. El
hombre se colocó su largo abrigo, tomó su sombrero y su bastón de
mano y se dispuso a salir a dar una vuelta para distraerse, estirar
las piernas y en una de esas, encontrar inspiración. El hombre salió
de la casa y cruzó la calle en una esquina; justo tras él viró un
auto a toda velocidad que casi lo atropelló. El escritor siguió su
marcha lenta pero segura, hasta llegar a un pequeño parque municipal
enrejado donde familias con niños y animales jugaban libremente. El
hombre se sentó en un banco de la plaza, al lado de una mujer añosa
que ni siquiera lo miró; el hombre simplemente no la tomó en cuenta
y se dedicó a mirar su entorno.
Media
hora más tarde el aire pareció calentarse levemente. De improviso
un destello luminoso apareció de la nada, y se dejó escuchar una
especie de bramido en el aire junto con un impacto en el suelo
seguido inmediatamente de un suave temblor. El hombre no podía creer
lo que acababa de suceder: una especie de meteorito había caíd
desde el cielo justo sobre un auto que circulaba en ese momento por
la calzada por fuera del parque.
El
hombre se dirigió a toda velocidad junto a otros curiosos a ver qué
le había pasado a los ocupantes del vehículo. Para sorpresa suya el
vehículo traía sólo un ocupante, y la piedra había caído en el
asiento del copiloto dejando un agujero que dejaba ver el pavimento.
El conductor casi no podía creer la suerte que había tenido. En ese
momento la inspiración llegó a la mente del escritor, quien vio en
su cabeza una historia digna de ser escrita, publicada, leía y hasta
tal vez, premiada. El hombre se dirigió raudo a su domicilio, pero
se detuvo bruscamente al llegar a la primera esquina que había
cruzado.
El
hombre miraba a la calzada, deprimido. En el pavimento yacía su
cuerpo en una postura no acorde con la posición normal delas
articulaciones, encima de una gran poza de sangre. Tres metros más
allá estaba el vehículo que él había visto virar detrás de él,
pero que en realidad lo había atropellado y acabado con su vida. El
conductor estaba fuera del auto frenético, intentando ubicar a su
abogado por teléfono. Al lado de su cuerpo cerca de diez personas
fotografiaban y grababan su cadáver para subirlo en vivo a las redes
sociales. El alma del hombre pensaba en lo injusta que era la vida,
que por fin le dado una buena inspiración, pero demasiado tarde para
poder utilizarla. El alma se quedó en el lugar, esperando a ver qué
venía ahora para su nueva etapa en la existencia universal.