El
geólogo estaba analizando un terreno que había sido comprado para
construir un enorme mall con seis pisos de altura y tres niveles de
estacionamientos subterráneos. Bajo su responsabilidad estaba
determinar si el terreno podía soportar tamaña estructura y era por
ello que estaba revisando exhaustivamente todas las capas del
terreno. El especialista revisaba todas las capas de sedimento
buscando alguna falla del terreno que pudiera significar
inestabilidad durante el período de construcción y posterior uso.
De pronto el hombre encontró algo extraño en una de las capas del
sedimento, que para su experiencia era completamente incomprensible.
A
la mañana siguiente llegó al terreno un arqueólogo. El profesional
no lograba entender el por qué lo habían citado para contar con sus
servicios, en cuanto vio la profundidad de la excavación, pues
claramente los sedimentos estaban a una profundidad que se encontraba
cerca de un millón de años de antigüedad. El geólogo lo llevó a
una esquina del terreno, en ese lugar el hombre le mostró en un
sedimento ubicado a más de un millón de años de profundidad, una
anomalía que dejó paralizado al arqueólogo: en ese sitio había
restos compatibles con un asentamiento urbano.
El
arqueólogo llamó a diez colegas quienes llegaron en corto plazo a
reírse de la estupidez que estaba planteando el profesor; luego de
ver el lugar todos quedaron estupefactos, y empezaron a hacer las
gestiones para empezar a hacer una excavación seria de tamaño
descubrimiento, mientras el geólogo llamaba a su empleador para
explicarle lo que estaba por suceder. De pronto una de las
arqueólogas gritó desaforada, llamando la atención de todos sus
colegas, que se acercaron a ver lo que había asustado a la doctorada
en arqueología: el hallazgo dejó a todos congelados. En el lugar la
doctora encontró una pequeña pieza de material indeterminado, que
de la nada se iluminó sin fuente de poder visible.
Los
once profesionales rodeaban el objeto mientras algunos trabajadores
al ver el movimiento se acercaron curiosos. De pronto el capataz
llamó la atención de todos indicando con su índice derecho al
cielo. Cien metros sobre ellos una bola luminosa estaba suspendida en
el aire sin moverse ni hacer ruido alguno. De un momento a otro la
bola disparó un rayo luminoso que cayó directo sobre el material
luminoso encontrado en la excavación. En ese momento las estructuras
ubicadas en el sitio empezaron a desprenderse de la capa de sedimento
en que se encontraban, y empezaron a levitar hacia la luz. En menos
de diez minutos la nave interplanetaria recuperó el material que
nadie podía descubrir para no alterar el desarrollo planificado para
el tercer planeta de ese olvidado sistema solar de aquella pequeña
galaxia que les había servido de laboratorio por millones de años
para luego dar un verdadero salto cuántico en su propia evolución.