Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

domingo, enero 21, 2024

Escritor

“El monstruo avanzaba silente por los pasillos desiertos del edificio. La bestia se dejaba guiar por el olfato para capturar a su siguiente víctima. Sus nervios olfativos eran capaces de captar aquello que alimentaba su cuerpo y su alma: el temor”.

El escritor dejaba su mente volar para escribir su siguiente novela de terror. Famoso en el país por sus historias retorcidas de monstruos asesinos, ahora su mente estaba dando vida a una bestia que se alimentaba del miedo de sus víctimas. El hombre era capaz de describir en sus relatos el entorno de modo tal, que lograba que sus lectores de verdad vivieran la experiencia de sus personajes; ello le había forjado un nombre que estaba obligado a mantener en el tiempo, si es que pretendía seguir viviendo de su arte.

A las once de la noche el escritor desarrollaba la escena de cacería de la siguiente presa de su protagonista. Encerrado en su habitación e iluminado sólo por la pantalla de su computador, el escritor creaba una atmosfera que hasta a él lo estaba asustando. De todos modos el hombre vivía en un edificio seguro, vigilado las veinticuatro horas del día, por lo que sabía que nada podría pasar pese a que el miedo propio de su historia condicionara que cualquier ruido pareciera algo que no podría suceder. El hombre escribía febril, y sus letras avanzaban vertiginosamente acercándose al climax de la historia.

Una de la madrugada. El escritor avanzaba algo más lento en su historia, pues la descripción del entorno lo estaba demorando. Media hora antes había decidido usar los pasillos de su propio edificio como inspiración para crear el entorno, lo que había facilitado un poco el entrampado desarrollo. Justo cuando estaba describiendo el instante en que el monstruo empezaba a forzar la puerta de entrada del departamento de la víctima, escuchó un ruido fuerte en su puerta; el hombre conectó su computador a una cámara de seguridad que tenía instalada a la entrada de su departamento, y al ver que no había nadie, siguió escribiendo. A esas alturas de su vida, el escritor no iba a permitir que un simple crujido condicionara su próximo best seller.

Una y diez de la mañana. En su editor de texto el monstruo había logrado abrir la puerta; en ese momento el escritor sintió que la puerta de entrada se abría, y una corriente de viento se dejó sentir en su espalda. El hombre activó la cámara de vigilancia, y se dio cuenta que su puerta de entrada estaba abierta: el hombre tomó un arma que guardaba en e cajón de su velador, se puso de pie y recorrió ruidosamente el departamento sin encontrar nada. Luego de asegurar la puerta de entrada, volvió a su escritura.

Una y quince de la mañana. El personaje de la novela encontró la habitación donde estaba su víctima, tomó el picaporte y empezó a abrir lentamente la puerta. En ese momento el escritor sintió cómo tras de sí se abría lentamente su puerta. El hombre levantó la cabeza, luego de lo cual escribió la escena en que el monstruo degollaba a su víctima y la devoraba, para después tomar el vaso de whisky que tenía en el escritorio y beber un gran trago: al levantar la cabeza vio por el espejo al monstruo que había imaginado entrando a su habitación y quedándose quieto, esperando a que su mente terminara de idear su propia muerte esa fría noche.