El
sol entraba por la ventana esa mañana inundando la habitación. Los
tibios rayos solares ayudaban en parte a subir un poco la baja
temperatura propia de esa hora del día. La muchacha miraba hacia el
infinito dejando que su mente se perdiera en la nada; de pronto el
crujido de la bisagra de la puerta la devolvió a la realidad. Su
turno había empezado hacía ya media hora, y era tiempo de empezar
sus rondas de vigilancia en el perímetro de la empresa como guardia
de seguridad.
La
mujer caminaba pausadamente por la reja de la bodega que estaba bajo
su cuidado. En el turno había ocho guardias, y su labor era vigilar
los estacionamientos que daban a la bodega de productos de
electrónica. Una ola de asaltos estaba asolando a las bodegas
vecinas, lo que mantenía a la empresa de guardias en alerta; sin
embargo la mujer era bastante relajada, y no parecía alterarse con
nada. Sus turnos en general eran bastante tranquilos, en especial en
las noches en las cuales se sucedían los robos a las empresas.
A
las once de la noche la mujer había terminado de cenar, y se dispuso
a empezar su ronda nocturna. Como siempre empezó a caminar
lentamente por la reja. De pronto se dio cuenta que varios vehículos
con sus luces apagadas se acercaban peligrosamente al perímetro; la
mujer sacó su radio para comunicarse con sus compañeros y avisarles
lo que estaba sucediendo; sin embargo al intentar hacerlo se
escuchaba sólo estática. Al parecer la gente en las camionetas
tenían sistemas de bloqueo electrónico; la mujer se dio cuenta que
se encontraba sola contra los asaltantes
La
mujer se sentó en el estacionamiento con las piernas entrecruzadas.
Las camionetas se acercaban peligrosamente a la reja; en ese momento
la mujer cerró sus ojos y empezó a concentrarse en los rayos de luz
que entraban por la ventana aquella mañana. Uno de los conductores
miró hacia las bodegas y se dio cuenta que algo estaba iluminando el
estacionamiento. De pronto todos los conductores detuvieron sus
camionetas al ver cómo una bola de luz parecía estar creciendo en
el estacionamiento; el jefe de la banda decidió abortar el robo,
pues la luminosidad era tal que simplemente los enceguecía,
impidiéndoles ver lo que intentarían hacer.
Cinco
minutos más tarde el equipo de guardias llegó donde su compañera,
quien seguía caminando por el perímetro de la reja; al preguntarle
por la llamada de alerta, la mujer les dijo que se había equivocado
y que nada había pasado. Los guardias se miraron entre ellos y
volvieron a sus posiciones originales. Mientras tanto en la sala de
cámaras el guardia encargado de vigilar las grabaciones estaba cas
congelado: había visto hacía pocos minutos a la mujer sentarse en
posición de loto, empezar a levitar cerca de cinco metros sobre el
pavimento e iluminarse casi como el sol, para luego apagarse y
ponerse de pie como si nada. En ese momento vio cómo las grabaciones
se borraban solas del disco duro. El guardia, a sabiendas que nadie
le creería, decidió guardar el secreto de la mujer, que por lo
demás no era capaz de entender, y ni siquiera de relatar
coherentemente.